Primero fue Raúl Timerman, después Cristina y su gabinete en masa… ¡hasta Susana Gimenez! ¡Antonio Domingo Bussi dicen!! ¿Acaso es esperar peras del olmo que Mauricio Macri se decida a renunciar que se deje de subsidiar su letargo a la cabeza de la jefatura de Gobierno de Buenos Aires?
En 1880, el entonces Gobernador de la Pcia. de Buenos Aires, Carlos Tejedor (mitrista él) pronuncia un discurso donde llama peyorativamente “huéspedes” a las autoridades nacionales que residían en la ciudad de Buenos Aires. ¡Huéspedes de acá! Bramó Avellaneda desde Belgrano y sancionó la Ley 1029, federalizando la ciudad, no sin antes darse el gusto de mandarlo a Roca a cepillarse a Tejedor, a Mitre y a quien se le cruzase, terminando la disputa que había comenzado en 1853 sobre la localización de la Capital.
Desde entonces, y hasta 1994, Buenos Aires fue casi como un Territorio Nacional más (como lo fueron todos los territorios que pertenecen hoy a la Argentina que no integraban ni la Gobernación de Buenos Aires ni ninguno de los “13 Ranchos Federales”), bajo la injerencia directa de los Poderes Nacionales y sus delegados, designados a efectos administrativos sobre el territorio.
La reforma Constitucional de 1994 reconoció a la Capital Federal rango de “ciudad autónoma”, reconociendo a sus habitantes la posibilidad de elegir a su intendente (bajo el pomposo e innovador título de Jefe de Gobierno) y dictar su propia Carta Orgánica Municipal. Así nació de esta “provincia sui generis”, que comenzó a gatear con la sanción de la Ley 24.588 (Ley Cafiero - 1995), y caminó sueltita de la mano en el ’96, cuando sancionó su propia Constitución y eligió a Fernando De La Rúa. Pero a 16 años de ese entonces, aún no terminamos el proceso de destete.
Desde la creación del Virreynato, se abrió un proceso concentración poblacional y económica al que contribuyó eficazmente la residencia del poder estatal, concentrando también servicios públicos de toda índole. El centralismo porteño, derrotado bélicamente, logró de todos modos consolidarse en todas las esferas de la vida nacional, dando lugar al extendido dicho provinciano “Dios está en todos lados, pero atiende en Buenos Aires”.
Desde la perspectiva de que Buenos Aires era la residencia del Gobierno Nacional se puede fácilmente comprender el enorme flujo de dinero que, desde el interior del país, colaboró a que allí se radiquen los mejores centros de atención de la salud, converjan la casi totalidad de las líneas férreas, se instale la única red de transporte público subterráneo, se cuente con la primera red de gas, se concentren buena parte de las casas de altos estudios, se constituya una Meca artística y cultural: todos poníamos porque, de un modo u otro y más allá de las distancias, toda esa modernidad nos pertenecía, era patrimonio común de todos los argentinos. Es el beneficio con el cual los del interior, en cierta forma, compensábamos a los porteños por el cercenamiento de sus derechos políticos, después de todo, si hasta a su intendente lo elegíamos todos indirectamente.
Claro que esta (defectuosa) lógica se rompe en 1994 con la autonomía. Desde entonces el sentimiento dominante es que los habitantes del interior estamos subvencionando a ciudadanos que tienen acceso a una calidad de vida que nos supera ampliamente. El sentimiento es otro, decía, ya que el Gobierno Nacional no es más el huésped de Carlos Tejedor, parece ser el inquilino de Mauricio Macri, quien persiste en hacernos pagar un alquiler altísimo.
En Capital Federal vive menos del 15% de la población total del país, en el 0,0073% de su territorio, con un ingreso per cápita casi 4 veces superior que la media nacional, careciendo absolutamente de recursos naturales y capacidad industrial limitadísima, factura ¼ del PBI total. Sin embargo se absorbe allí más del 53% del dinero que el Gobierno Nacional destina a subsidios. Algo huele a inequidad.
Pero nada mas alejado a la intención de este post reavivar viejas inquinas entre provincianos y porteños. Nada de eso. Sólo intento serruchar la plataforma de argucias que vengo escuchando desde la jefatura de gobierno capitalina, que vienen repitiéndose desde que se pretendió impúdicamente que se traspase la jefatura y la infraestructura de buena porción de la Policía Federal, para beneficio exclusivo de la seguridad de la ciudad, pero que sigámosla pagando todos los argentinos por igual. O desde cuando se empezó a putear porque los hospitales porteños se llenan de provincianos a costilla del gobierno porteño, omitiéndose que 12 de esos hospitales se construyeron con dinero de la Nación y se transfirió la infraestructura sin un peso a cambio.
Hoy la historia se repite con los subtes. La administración de Macri no sólo pretende que la Nación le regale un capital de 60 km. de vías subterráneas y cientos de vagones y máquinas solventadas por el Estado Nacional desde 1913, al que sólo desde 2003 todos los argentinos aportamos 1.700 millones de Pesos en mejoras con más 2800 millones más en obras en ejecución, con más seguir poniendo 350 millones en subsidios por un año, sino que además pretende eludir las obligaciones que les competen desde 1994 como poder administrador autónomo; que todos los argentinos sigamos subsidiándolo hasta 2017 (a razón de 710 millones por año, unos $ 4.260.000.000 más) y que el Estado Nacional le avale deuda nueva por 1000 millones de dólares más para futuras mejoras. No sé si está bien que a caballo regalado no se le miren los dientes, pero pretender que aparte de recibir el caballo, te lo alimenten, te paguen el vareador, el veterinario y el transporte hasta el hipódromo, con garantía del premio a ganador en la 5ta., me parece excesivo.
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la chancha... |
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y los veinte... |
Rebela la lógica Macrista de mantenimiento del privilegio, rebela desde una perspectiva histórica y rebela desde tener que ser testigo de una chantada cínica. Rebela ser consciente que los que tenemos menos subsidiamos a los que tienen todo, pero más rebela que impúdicamente un “niño bien” nos bicicletee para seguir metiéndonos la mano en el bolsillo.