El tiranuelo misógino de Gerardo Morales ha logrado
reunir, en apenas un mes de gobierno, todos los condimentos para desatar la tormenta
perfecta en esta nueva etapa de hegemonía neoliberal. Desde el desprecio a la
institucionalidad, hasta el desconocimiento de la organización popular;
incluyendo piscas de misoginia, clasismo y discriminación étnica, y sin privarse de prácticas goebellsianas y
altas dosis de cinismo, todo calentado a fuego fuerte en una olla a presión.
El nudo gordiano con el que está atando su propia
gestión no deja de sumar actores, atrayendo la atención de foros
internacionales de DDHH, poniendo así en riesgo serio de perforación el manto
mediático del que goza el régimen macrista.
Tímidamente empiezan a aparecer comentarios en las
redes sociales estilo “Milagro Sala es una tal por cual, pero…”, continuados
por reflexiones que denotan que aun los propios (los penetrados por la
estigmatización que viene sufriendo la lideresa social) empiezan a cuestionar
los métodos y las pobres y contradictorias argumentaciones que pretenden
justificar la privación de libertad.
Frente a las cámaras, los funcionarios que ofician de
interlocutores del moralismo, deben ser rápidamente sustituidos por la
insustancialidad de sus explicaciones: todas chocan indefectiblemente con el
orden jurídico que dicen defender. Primero fue el impresentable Fiscal de
Estado, quien afirmó que no habría excarcelación si los cooperativistas no
abandonaban el acampe pacífico que vienen ejercitando frente a la Casa de
Gobierno en reclamo de diálogo, explicitando que la detención no era otra cosa
que una medida extorsiva y que Milagro era un rehén político. Después el propio
Morales sostuvo que, en realidad, la causa de la detención era el destino de 29
millones de pesos, pero ni siquiera por entonces había formulado denuncia
alguna sobre el hecho.
Ahora todos juegan al Gran Bonete, tratando de
deslindar responsabilidades. Que el gobierno no tiene nada que ver, que son
decisiones del Poder Judicial. Pero es el gobierno quien formula las denuncias
contra Sala. Que la legislación jujeña es ajena, que se trata de un delito
penal establecido por el código penal nacional (interpretación que Felix Croux
calificó de “mamarracho dogmático”), pero eso no quita que se viene vulnerando, desde el primer momento, los
derechos que asisten a un imputado que son establecidos por el código procesal local
y la constitución jujeña (a ser indagado antes de las 24 hs. de su detención, a
que se le siga el procedimiento en libertad, a estar detenido en instalaciones
acordes con la dignidad humana, a tener acceso a diarios y libros, etc.). Que
el Gobernador no tiene injerencia sobre el Poder Judicial, cuando en el ínterin
Morales despliega su poder disciplinador de la justicia, elevando de urgencia
de 5 a 9 los integrantes del Supremo Tribunal Provincia, incluyendo en el
cuerpo a ilustres militantes del centenario partido sin que nadie tenga siquiera
la oportunidad de opinar sobre su idoneidad intelectual o ética.
La noticia de este mediodía fue que el propio Morales
decidió “llamarse a silencio” sobre el tema, quizás la decisión responda a que
ha tomado consciencia de que cualquier explicación que se intentara no hacía
más que darle brillo y magnitud a la ignominia que se viene cometiendo, y que
cualquier acusación que se vierta contra Milagro Sala para respaldar su
detención, es inmediatamente cotejada con la suerte que corren ministros y
allegados al poder sobre los que pesan similares o peores (en el caso de la
instigación a la violencia y a ocupar espacios públicos, es larga la lista que
incluye desde el Senador Alfredo de Angeli en 2008, hasta Felix Díaz hasta el
11/12/15; por supuesta apropiación de bienes del Estado: Sturzenegger, Prat Gay,
Niembro, Majul, etc.) todos gozando de libertad, pero que en ningún caso se
puede mostrar una extensa obra de inversión e inclusión social perfectamente
verificable. Agitar que “dura lex sed lex” no hace más explicitar la profunda
injusticia de la diversidad del trato dispensado una y otros.
Parece ser que la sistemática estigmatización a la que
viene sometiendo el gobernador a Milagro Sala es una cobija corta que no alcanza
para cubrir las motivaciones de la persecución.
Esa estigmatización se concentra en ella por su peso
propio, pero también en razón del acatamiento de los principios goebellsianosde la propaganda. En realidad el destinatario último es la organización Tupac Amaru, es un
intento directo de desarticularla (por ahora mediante la seducción económica o
la extorsión, sin descartar la violencia) como movimiento social capaz de
traducir, en función de la unidad y la solidaridad, la ayuda social y los
subsidios a las cooperativas de trabajo en una estructura comunitaria inclusiva
que construye para sus asociados viviendas, cobertura sanitaria, talleres y empresas
propias, escuelas de todos los niveles educativos, centros de recreación, etc.,
en una magnitud que, proporcionalmente al presupuesto invertido, no permite
parangón con ningún ejemplo de gestión puramente estatal o estatal-empresarial.
De eso, en realidad, se habla cuando desde el moralismo o desde la prensa
hegemónica se arguye que la Tupac es un inaceptable “Estado dentro de otro Estado”.
Paradojalmente, el sofisma es calcado del utilizado por el liberal Rey Carlos
III para justificar la expulsión de los jesuitas en 1767, obligándolos a
abandonar las Misiones, y así permitiendo la re-esclavización de los guaraníes por
los terratenientes españoles y ser cazados a igual fin por los bandeirantes
portugueses.
La organización popular es lo que queda para defender
los derechos adquiridos durante los 12 años de Estado de Bienestar
kirchnerista. La Tupac Amaru es la más compleja y completa de esas
organizaciones, con brazos extendidos territorialmente, con una identidad
cultural y militante arraigada, con una gestión socioeconómica exitosa, no es
casual que sea signado como el primer objetivo a desarticular y que sobre ella
(y en cabeza de su referente) se concentre toda artillería pseudo jurídica,
institucional de gobierno y mediática.
4 comentarios:
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Sin dudas, esto es un acto de disciplinamiento, no exento de misoginia, y de cinismo, al estilo antidemocrático de Cambiemos.
Creo que es positiva -para el País- la actuación de Morales ya que está presentando un flanco imposible de negar y deja en evidencia lo más puro del accionar de estos dirigentes.
Yo no me atrevo ni a ponerle la negación a democracia, porque para negar debe haber un punto de existencia. No es antidemocrático, simplemente es dictatorial, personalista, nada tiene que envidiar al imperio carolingio. Que siga actuando Morales, últimamente es nuestro único triunfo...
Creo que Gerardo Morales es más del estilo de Fernando VII, despotismo ignorante, nada de Ilustración.
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