Antes
que nada, resulta conveniente advertir que preferirían, antes que ser
considerados un seleccionado, autodenominarse un “frente”, o mejor un frente de
frentes: el Frente Único de Ataque Ideológico (encargado de agudizar las contradicciones), el Frente de los Defensores y de los
Trabajadores (destinado a frenar las embestidas autoritarias del Estado Bonapartista) y el Frente de Recuperación del Mediocampo Popular (a su cargo la formación de consciencia de clase), todos ellos
fuertemente comprometidos con la unidad pero con la inequívoca vocación de
mantener incólumes sus identidades.
Fuera de eso, también preferirían ser considerados una selección con consciencia de clase, o al menos internacionalista.
En
lo estrictamente deportivo, intentarían imitar el estilo futbolístico de los
norteamericanos, compartiendo sus lineamientos estratégicos, no sin antes repudiarlos
para disimular. A pesar de que estaría la escuadra superpoblada de zurdos,
cargarían el juego sobre la banda derecha, lo que en los primeros instantes
sorprendería, pero después los volvería reiterativos y previsibles, anulando el
factor sorpresa en su desempeño. El traslado del balón sería muy lento y
complejo, lleno de avances y retrocesos tácticos, lo que sumado a la impericia (o
falta de experiencia revolucionaria concreta) de los encargados de armar y de
comandar las acciones, no generaría prácticamente ninguna situación de gol en
el arco rival por falta de consenso, mas sí abundantes en el propio.
Básicamente,
su táctica consistiría en jugar a romper, pero carecerían de propuesta
estratégica, y si la tuvieren, sería incomprensible tanto para propios y como
para extraños (quienes equivocadamente los tildarían de “no jugar a nada”). De
más está decirlo, detestarían el "jogo bonito", al que impugnarían de
elitista desviación pequeño burguesa. A su favor, habría que apuntar una
inapelable afición por la autocrítica, aunque también es justo reconocer que casi
nunca redunda en la modificación del esquema de juego, recayendo sistemáticamente
en los mismos vicios y errores. Un ejemplo notable de ello es su tendencia
innata a caer en la trampa del orsai, una tendencia que ellos intentan
justificar alegando su carácter de vanguardia revolucionaria.
Su
representación ante la FIFA (organismo del que participarían orgánicamente a
pesar de considerarlo fascista y retrógrado) intentaría en innumerables oportunidades
introducir cambios revolucionarios a la reglamentación del deporte. Quizás la más
resonante sería el intento de abolir la burocracia corporativa, sustituyéndola
por un comité de cancheros con mandatos revocables por la asamblea de utileros
y aguateros. Tras enconada lucha, la contradicción sería superada con la
incorporación de un delegado del equipo en la Comisión Ejecutiva de la FIFA, en
el cargo de Gerente de Propaganda y Fotocopiadoras, a la espera de que las
condiciones subjetivas y objetivas permitan profundizar las transformaciones.
Sin
perjuicio de ello, su mayor logro efectivo sería encontrar una laguna
reglamentaria que les permitiría a sus jugadores disputar los partidos equipados
con un morral. Su utilidad práctica residiría en poder transportar en ellos,
sin que afecte demasiado su desplazamiento, volúmenes de dialéctica futbolera y
fotocopias de las resoluciones de los últimos congresos resolutivos de análisis
y proyección teórica del desempeño del rival de ocasión.
Serían
comunes las rencillas de vestuario, lo que obligaría a permanentes huelgas
activas y purgas. La situación se agravaría teniendo en cuenta de que no
tendrían técnico, sino que conformarían el equipo autogestivamente con control
de la hinchada.
Ciertos
hábitos hacen que el espectador se rehúse a concurrir a los partidos que
disputan, lo que conspira contra la popularidad del combinado. En primer lugar,
los interminables homenajes a los jugadores lesionados que se realizan de
manera previa a la disputa. Segundo, las prolongadas asambleas destinadas a
dirimir la cuestión de quien será el encargado de ejecutar el tiro libre o el
saque de manos del lateral. Tercero, el hábito de encolumnarse y marchar detrás
del réferi cada vez que saca la roja, con cánticos y consignas repetidas desde
un megáfono. Suele discutirse en los bares sobre si la recurrente práctica de
discutir airadamente cualquier y todo fallo
arbitral (aunque les resulte favorable), no es más que un provocador modo de
obligar al Juez a adoptar la drástica medida que habilita la respectiva marcha
de repudio a tan fascista actitud represiva.
Como
es obvio, todo esto produciría irritantes dilaciones que ocasionan que los partidos
sufran adiciones de hasta 35 minutos por tiempo, e incluso que el equipo
adversario amenace con retirarse del campo de juego, hecho que sería festejado
como un triunfo de clase.
La
selección trotskista jamás ganaría un campeonato, ni siquiera un partido
amistoso, a pesar de lo cual su parcialidad se ilusionaría con presenciar el
momento en que se produzca la crisis terminal del fútbol, y que ellos puedan
dejar de sufrir la permanente frustración.
6 comentarios:
Muy Bueno!!!
El seleccionado se podría conformar convocando a los concurrentes de los clubes cormillot, dándoles su oportunidad , creando sólo jugadas de contragolpe, goles en contra y auto faults y auto penales, , todo contestatario , viste.
Deje de joder, sólo imagine las asambleas para patear un tiro libre o armar una barrera; no creo que la FIFA autorice partidos de 8, 10 horas....
Esta prosa es un engendro. Sólo Dolina podría hacer algo igual.
Dejense de joder, éstos son troskos de salón. Seguro que en el campo de suplentes tendrian a la sociedad rural, la uia y otras yerbas.
GENIO
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