martes, 30 de diciembre de 2014

8 tips 8 que todo candidato debe tener presente durante la temporada estival.


Se viene el veraneo, se viene. Las hordas cacerolas se retiran al exilio y montan impresionantes campos de refugiados en playas, bosques y sierras…
Si bien la guay-fay se ha extendido hasta lo inconcebible, los   momentos dedicados a la conectividad internetera se reducen, sacrificándose en el altar del Dios Sol o la Diosa Sombra, pero siempre con las patitas en el agua lo que implica un riesgo para los aparatos y adminículos que nos enlazan a webolandia. Es preciso, entonces, que cada esfuerzo comunicacional sea medido y calculado hasta el más mínimo detalle. Toda frase tuitera, toda foto subida a feisbut, requiere de una máxima elaboración que  asegure un impacto favorable en la mezquina atención de los veraneantes, para así construir el camino que los deposite, no digo en la Presidencia, pero al menos en un digno segundo o un prometedor tercer puesto. 

1 – Sea creativo.
No caiga en la trampa de la lisonja mediática. Por más que Clarín le diga que “La última moda en campaña: políticos posando en situación de cocina”, no haga cosas que otros ya hicieron hace mucho y mucho mejor que Ud... y mucho menos con camisa mangas largas de vestir. Nunca faltará el buey corneta que se regodee en las comparaciones odiosas.



 2 – El luk “Anibal el namber uan” no garpa.
Sobre todo si trasciende la Gral. Paz, es conveniente que abandone el cancherismo citadino, y adopte una actitud “cashual” y la indumentaria apropiada, que lo acerquen a la plebe. Tenga siempre en cuenta que, como decía mi abuelo “lo negro somo má”.



3 – Pero no cabe exagerar la empatía con usos y costumbres del populacho.
Sus acciones siempre tienen que traslucir su calidad de estadista. Aún cuando el calor en los riñones y la escasez de indumentaria en las féminas hagan desfallecer su garbo y prestancia, nunca permita que el instinto le haga desbarrancar para el lado de la chabacanería. Siempre conserve el gesto y la mirada del meticuloso analista de situación que observa la realidad circundante para reunir elementos que le permitan emitir un lapidario y concienzudo dictamen que le garanticen abrir los cantos el sendero a un futuro promisorio.



4 – Tampoco garpa el luk “ballenato varado”.
En verano las testosteronas  masculinas están a full, pero conservan un mínimo de selectividad (al menos hasta las 4 AM y antes de haber septuplicado el límite aceptable para conducir del porcentaje de alcohol en sangre). Y las señoras que se juntan a tomar el té optan por temas más laigtz que aquellos que concluyen con un enfático “¡pero quescándalo!”. A menos que logre acreditar documentadamente que la concesión del puesto de jot dogs de la Parada 7 es producto de una componenda mafiosa binacional que involucra al Pepe Mujica con la totalidad de los precandidatos del FPV, es bueno que, si piensa llamar la atención de una manera favorable a sus pretensiones, preste un poquitín de atención a la cuestión estética. Puede que cueste, pero vale.



5 – Los accesorios rodantes son importantes, pero escójalos bien, en ellos también hay un metamensaje.
Fíjese sino hasta donde lo llevaron al Lole Reutemann, o a Gabriela  Michetti. El accesorio rodante debe ser elegido con cuidado, quien lo utilice puede arrancar del electorado conclusiones tan variables tales como un cómplice “huy, mirá, como uno”, hasta el desaprobatorio “pero mirámelo vos al pelotudo”. Ud. es dueño de la situación.



6 – Es importante mostrarse con el “equipo”, pero tenga en cuenta la franja etárea de sus integrantes.
Las fotos colectivas en actitudes joviales y colorinches surten efectos disímiles en el público, según quienes participen en ellas sean un grupo de niños cantores extranjeros, o una runfla de importantes apendorchados vernáculos, disfrazados como para competir en F-1 cuando en realidad van a subirse a unos kartings.



7 – Nunca se quede a mitad de camino.
Si lo va a hacer, o decir, vaya al hueso. Nada de gestos contenedores de los que pueda deducirse un descompromiso, o una precaria vinculación con el drama. Es preferible que lo consideren un talibán del afecto a un timorato distante.



8 -  Y de yapa.
Les recuerdo que, a pesar de estar técnicamente de vacaciones, sean cautelosos con el esparcimiento escogido y la cuestión lúdica. Hay taradeces que no las recompone ni Magoya.




Porque sepan señores/as candidatos/as que, ante falta de ideas (a menos que, “esperar un milagro” pueda ser considerado un plan de gobierno) o ante su inconfesabilidad, lo único que cuenta, es la imagen.


miércoles, 24 de diciembre de 2014

"El Peronismo es la democratización del goce": Daniel Santoro.


"... ¿Cómo que los pobres coman pan?… es un problema para el peronismo… es un problema con el peronismo y con el goce.
 

 
Por lo menos pan   dulce, o hablemos de buenas proteínas… y es que estaba uniendo dos mundos… el mundo del sacrificio marxista, esa cosa española, grave,…con la felicidad peronista…donde comer pan…es un horror…es un castigo, es una cosa espantosa no es una solución…no se hace una revolución, no se sacrifican generaciones para comer pan…dejémonos de joder..."

"... Es que el problema se le hace más grave porque es un uso contranatura  porque el capitalismo no está pensado para el goce democrático.
 
Forzar el goce democrático es una de las  afrentas más grandes que se pueda hacer al sistema capitalista en su conjunto.
 
Es una bomba de profundidad en su núcleo, porque no se está renunciando al goce."

"... Esos chalecitos californianos se convierten en el emblema de la casita justicialista.

 

Proceso simbólico, porque de hecho el objeto es casi el mismo, esa traslación en realidad es una reafirmación de identidad.

 

Esos son los juegos de apropiaciones barrocos."


Nota completa: 
(Red Nacional y Popular de Noticias) 

domingo, 21 de diciembre de 2014

Kirchnerismo y DD.HH.: Refutando los 3 pecados.

Dejando de lado las paparruchadas derechistas de ocasión, tales como la promesa de “terminar con el curro” de los derechos humanos, o de “cerrar la etapa”, vale la pena reflexionar sobre algunas cuestiones que se plantean (a veces con inocencia, otras desde la ignorancia, las más de mala leche) en torno a la política K en esta materia.

Particularmente me refiero a las acusaciones lanzadas por la supuesta “apropiación de los DDHH”, su “estatización”, y a la adhesión a esas políticas por parte de algunos organismos defensores de los mismos (la “cooptación”), que, al decir de los detractores, quitan legitimidad a su lucha.

I - La apropiación.
Cuando se habla de que el kirchnerismo “se apropió” de los DDHH, suele sostenérselo desde la perspectiva de afirmarse que se desconoce lo actuado por los restantes gobiernos desde 1983 en adelante, en lo que hace al juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad cometidos por la Dictadura. Vale la pena hacer un sintético recuento de lo realizado y lo retrocedido en la materia en cada etapa, para evitar alguna suspicacia, o que se piense que el suscripto desconoce o prefiere soslayar lo acontecido en el proceso de 20 años de avances y retrocesos:



Es decir, a 20 años de reinstalada la democracia, más allá de intenciones, responsabilidades y convicciones, lo único que teníamos en pié, gracias a la voluntad inquebrantable de los organismos de DDHH y de un puñadito de jueces, eran los Juicios por la Verdad (meramente declarativos, sin posibilidad de otra condena que no sea la social) y los iniciados por la apropiación de bebés (posibles gracias a que Strassera se negó a considerarlos crímenes de lesa humanidad, no los incluyó como cargo en el juicio a las Juntas, y de que Alfonsín no le dio el impulso necesario al reclamo de Abuelas en 1985, y por lo tanto, sus perpetradores quedaron fuera de los indultos menemistas). 

No puede negarse que el kirchnerismo, vía decretos, leyes, creación de nuevos derechos (a la verdad, a la identidad), con impulso de las causas, buscando las ratificaciones de nulidad en la justicia, puso claramente de manifiesto su voluntad de desmantelar todo el aparato jurídico montado a favor de la impunidad.

Sin embargo, los fracasos pasados, no nos autorizan a decir que “nada se hizo”, o al menos que “nada se intentó hacer”. Pero tampoco creo que pueda enunciarse como regla una linealidad de la política de DDHH del kirchnerismo respecto a sus antecesores, ni que el kirchnerismo planteó una mera continuidad, solo que resultó más exitoso. Sus diferencias son demasiado notables, y me remito a 3 ejemplos.

1) El fundamento ideológico:
Cuando la CONADEP presentó ante la TV el “Nunca Más”, El Ministro del Interior radical, Antonio Tróccoli irrumpió en escena oficiando de “presentador”. En esa oportunidad dejó claro que el accionar del Estado  en el intento de castigar penalmente a los responsables de la Dictadura se inscribía en la denominada “Teoría de los Dos Demonios”, un engendro doctrinario que contradecía la realidad histórica y la legislación internacional en materia de DDHH y crímenes de lesa humanidad; y que obviaba por completo la complicidad civil en el Golpe de 1976. Todo quedaba reducido al choque de dos brutalidades armadas, equiparando a los contendientes y juzgando a quienes se habían excedido metodológicamente en el rol que le había confiado “la gente” de terminar con el “enemigo subversivo”. Suele olvidarse que, mientras se juzgaba a los dictadores, se mantenía el pedido de captura contra Juan Gelman (entre varios otros); y que Alfonsín, no conforme con nunca recibir a Madres de Plaza de Mayo, acusó de desestabilizadora a Hebe de Bonaffini (y por extensión a la organización) por el sólo hecho de continuar con sus reclamos de aparición con vida y castigo a los culpables.

Desde los organismos de DDHH se sostuvo siempre la tesis de que no se podía establecer equivalencias. El Estado debe estar sometido a la legalidad aún cuando combate a la ilegalidad porque es el depositario de la fuerza pública y cuenta con los mecanismos y medios necesarios para hacerlo, nada justifica los excesos y, mucho menos, la sistematización de la arbitrariedad, de la inhumanidad y de la clandestinidad como método.

El kirchnerismo recogió en su práctica este concepto, no pretendió ser neutral ni equidistante desde lo discursivo, sin que ello implique privar de alguna garantía legal o jurisdiccional a los juzgados por practicar el Terrorismo de Estado. Su voluntad de desarticular el aparato de impunidad chocó con la reticencia cómplice de decenas de jueces (de los de acá y de los que, desde el exterior, se negaron a viabilizar extradiciones), mas no por ello se apartó de los estrechos márgenes que el tiempo y la legalidad le imponen.

El kirchnerismo apoyó su acción en la articulación de la amañada legalidad argentina y la vigencia de los Tratados Internacionales que la impugnaban. El alfonsinismo sí quebrantó la legalidad existente, pero, lamentablemente (y excepción hecha de la inicial reforma al Código de Justicia Militar que habilitó el juzgamiento por tribunales civiles), siempre y progresivamente a favor de la impunidad.

2) Los alcances de la investigación:
Volviendo a Tróccoli, la cuestión se centró en la disputa por el poder entablada por organizaciones guerrilleras, y el ejército que se desmadró, quebrantando la institucionalidad primero y violando DDHH después. Un recorte inadmisible de un proceso histórico caracterizado por el permanente ninguneo de los intereses populares, la represión de sus protestas y reclamos y por la proscripción sistemática de las fuerzas que lo representaban (desde el viejo anarco-sindicalismo, pasando por el yrigoyenismo, hasta el peronismo). Proceso iniciado en la génesis misma del Estado Nacional para preservar una estructura de desigualdad funcional a los privilegios de una oligarquía local con inescindibles lazos con el colonialismo. Porque el Golpe del 76 pudo ser el más cruento, el más violento, pero no fue más que otro eslabón de una larga cadena de intervenciones directas de los sectores de poder, con la que se azotó al país cada vez que consideraron que la democracia ponía en jaque alguno de sus privilegios.

Por eso se juzgó sólo a militares por violaciones a derechos civiles y políticos, nunca se puso en la mira a los agentes de las grandes corporaciones, a los autores intelectuales y a los beneficiados con el desquicio, a aquellos que a través del Golpe hicieron pingües ganancias de la desarticulación de los movimientos sindicales y políticos y se dieron a la tarea de vulnerar sistemáticamente Derechos Humanos (tanto como los otros) económicos, sociales y culturales.

El combate con estos otros golpistas no ingresó en el ámbito tribunalicio, y tampoco en la lucha por sofrenar las inequidades del mercado. Se mantuvo exclusivamente en el terreno de la retórica de barricada, en la sociedad rural, en algún púlpito, desde algún estrado desde donde se denunció la campaña de desánimo desplegada desde la prensa. 

Faltó voluntad para ir por los cómplices, ideólogos y favorecidos. Y no es que no se contaran, por entonces, con elementos judiciables. ¿Acaso el Fiscal Ricardo Molinas no puso en manos de Alfonsín (así como la CONADEP el Nunca Más) un informe lapidario que justificaba la anulación de la entrega de Papel Prensa a Clarín y La Nación? ¿Acaso la propia declaración testimonial de Magdalena Ruiz Guiñazú en el juicio a las Juntas no fue demostrativa de la interacción entre periodistas y militares? ¿Acaso el Apagón de Ledesma o los acontecimientos de Villa Constitución eran casos desconocidos en la época? ¿no quedaron registrados en el informe de la CONADEP episodios en Ford, Mercedes Benz, Astarsa (Techint)? ¿No resultan significativas las similitud entre los postulados levantados y publicados por las entidades patronales previamente al golpe y las medidas adoptadas en abril del 76 por Martínez de Hoz?

Verlos a Blaquier, a Massot, a Martinez de Hoz, a directivos de las automotrices, en el banquillo de los acusados; que se haya abierto la investigación contra directivos de Loma Negra por los desaparecidos en Olavarría;  que se haya reabierto y se lleve a la justicia la causa por la apropiación de Papel Prensa, que se haga hincapié permanente a caracterizar la resultante del Golpe de Estado como “Dictadura Cívico Militar”, demuestra que el kirchnerismo, en cambio, se hace cargo de lo denunciado por Rodolfo Walsh en su “Carta Abierta a la Dictadura Militar”: “En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”. ´He aquí otro sustancial elemento diferenciador.

Eludiendo la cuestión de la matriz ideológica que animó al alfonsinismo (la Teoría de los Dos Demonios, inadecuada para abordar la cuestión de las motivaciones económicas), suele justificárselo aduciendo que no estaban dadas las condiciones en una democracia joven y no consolidada, distintas a las presentes. Puede que esa lectura tiempista tenga algo de acertada. Pero no es menos cierto que las condiciones en que Alfonsín deja anticipadamente el gobierno demuestran que el Poder Permanente, reafirmado durante la Dictadura y no cuestionado durante el nuevo régimen, conservó su capacidad de fuego y disposición a ejercitarlo (ya no por golpes militares, sino por golpes de mercado), socavando aún más el prestigio de la joven democracia. 
En tal sentido, la concentración económica y de poder real, continuó consolidándose durante el neoliberalismo menemista, renovando y ampliando escandalosamente el aparato de control social. Sin embargo, lejos de ampararse en el justificativo de que el enemigo es demasiado grande (más grande), el kircherismo se atrevió a interpelar a los artífices ocultos de aquella Dictadura, los mostró a la sociedad y empezó a rascarle la pátina de intocabilidad con la que gustan desplazarse por la vida. Ha sufrido las consecuencias de su ira, es cierto, pero cuando más es golpeado por las corporaciones,  parece más se fortalece. El axioma alfonsinista de “no se hace para preservar la democracia” viene siendo exitosamente refutado: la lucha por la justicia social y el cuestionamiento al poder económico refuerza la democracia, no la desestabiliza.

3) La finalidad última de la política de DDHH:
No hay por qué estar de acuerdo con esta afirmación, pero a mi entender la reivindicación de los DDHH realizada por el alfonsinismo fue funcional a un primer objetivo: el sostenimiento y consolidación del orden democrático. Visto desde la óptica liberal, la democracia formal “per se”, es antecedente y garante de los DDHH (“con la democracia se come, con la democracia se cura, con la democracia se educa”). Mostrar a la sociedad las atrocidades cometidas por los militares, podría fungir de convincente argumento para persuadir a la sociedad de que “nunca más” apoye Golpes de Estado, aislar a sus cultores y desprestigiar para siempre a sus propagandistas (la lógica surge del discurso de Tróccoli ya mencionado).

Ese es el motivo, quizás, por el cual el impulso desde el gobierno se centró, exclusivamente, en la Juntas, intentando evitar, vanamente, con la Ley de Punto Final (sancionada inmediatamente a que recayera la sentencia de condena), que las causas se extiendan al resto de los ejecutores, privilegiando la estabilidad política (la casa en orden, como dirá un año más tarde) a la búsqueda de verdad y justicia.

Reconozco que, formalmente, la democracia no estaba en peligro al advenimiento del kirchnerismo (la crisis del 2001 se saldó por los canales institucionales). Pero desde la perspectiva material, y si es cierto que con la democracia se come, se cura y se educa, la situación se presentaba más grave aún que en el ‘83. Prescindiendo de los militares y a través de “maniobras de mercado”, el poder mediático y el poder económico se las arreglaron para eliminar el escollo alfonsinista, “domesticar” a Menem, y sostener el modelo neoliberal más allá de la inoperancia delaurrista, condicionando a su antojo los gobiernos y divorciándolos de las expectativas de su base electoral. La democracia, para 2003, no era más que un juego dispuesto para cambiar gerentes, y el Estado un ente inoperante, endeudado defaulteado y condicionado por la amenaza replicante de “quedar fuera del mundo”, atrofiado a las dimensiones del S. XIX, colonizado en todos sus estamentos por consciencias amoldadas a las directivas del Consenso de Washington, y con la mayoría de las fuerzas de seguridad y funcionarios del poder judicial “incontaminados” de cualquier tendencia que les permita abordar los fenómenos de la marginación, la pobreza y la desocupación desde cualquier otra óptica que no fuera la represiva.

Es cierto que, sin peligro de rebeliones militares, la tarea del juzgamiento a los represores, pudo ser más sencilla. Pero no es menos cierto que la tarea del kirchnerismo no se redujo a la actividad jurisdiccional: además de la justificación pública y permanente, por primera vez se reflejó la Política de Estado en todos los ámbitos, de manera coherente y sistemática, desde los estrados hasta la escuela; y se amplió la promoción de los postulados de “Memoria, Verdad y Justicia”, a los de justicia social, igualdad, diversidad e inclusión, relacionando orgánicamente los unos con los otros, llenándolos de contenidos éticos y socioeconómicos prácticos, y de un sentido reparador.

Las políticas de DDHH ampliaron con el kirchnerismo su contenido: ya no están circunscriptas al impulso, solo, de su primera generación; ni se da por supuesto que su mero reconocimiento y vigencia se corresponden necesariamente con  el acceso a niveles de vida considerados dignos. Y formar consciencia en ese sentido, empoderando a la sociedad para su defensa, resulta una afrenta imperdonable al poder real (quienes, en última instancia, estuvieron dispuestos a “entregar” a sus aliados militares, pero nunca a poner en juego su propia fortuna), en tanto pone sobre la mesa la discusión acerca de la apropiación y distribución de la riqueza, de la cultura y del propio poder.

Quienes no aprecian estas diferencias, o quienes no encuentran la relación, suelen ser los que sostienen que se siguen defendiendo los DDHH del pasado, o quienes piensan que los DDHH son sólo para los delincuentes (término cuya acepción en boca de quien pronuncia la frase no refiere exclusivamente al que comete delito, sino que comprende también al marginado, al travesti, al niño/joven en situación de calle, etc.).

II – La estatización.
Si nosotros nos remontamos a los tiempos donde empezaba a perfilarse el concepto de DDHH (normalmente se señala como hito la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”, Francia-1789), parecería un contrasentido que los DDHH puedan “estatizarse”. De hecho en aquel momento eran poderes de autonomía y de participación arrancados a la Monarquía Absoluta, y su vigencia requería de parte del Estado, poco más que su reconocimiento y la abstención de interferir en su ejercicio.

Pero resulta que a esta conquista le sucedió la de los DDHH Económicos Sociales y Culturales (ya temprana y embrionariamente insertos en la Constitución Republicana Francesa de 1793). Para que las personas puedan ejercitar sus derechos a la educación, al trabajo digno, a la salud, a la vivienda, a la seguridad social, etc.,  no alcanza con que el Estado los reconozca y se abstenga de interferirlos, es indispensable que tome parte activa, que disponga de recursos, que legisle apropiándose de parte de la renta bajo la forma de impuestos, que regule el mercado y el mercado de trabajo, que cree directa o indirectamente puestos de empleo, que organice servicios educativos y de salud pública, que realice obras de infraestructura y de saneamiento, que lleve el agua potable a todos, que proteja e incentive la cultura popular, etc., etc., entre un sinnúmero de actividades e inversiones que no pueden ser librados a la buena voluntad de las gentes ni a las ambiciosas especulaciones del mercado.

Ni hablar de la necesidad de intervención estatal cuando después se empezaron a reconocer los DDHH de los Pueblos (a la autodeterminación, al desarrollo, a la soberanía permanente sobre los recursos naturales, etc.) o los DDHH en Situación (referidos a la eliminación de las formas de discriminación, a la integración y a la inclusión)… No hace mucho tiempo, Eugenio Zaffaroni (a quien no se lo puede tildar de improvisado en la materia) sostuvo, sin hesitaciones, que los DDHH eran, así como un programa de lucha, también “un buen programa de gobierno”.

En definitiva, cuando escuchamos a alguien escandalizarse por la “estatización de los DDHH” en pleno siglo XXI, estamos escuchando una voz anacrónica, anclada en una percepción parcializada del S.XVIII, aquellos tiempos de Gloria del Capitalismo, cuando se sacudía del mismo yugo estatal absolutista que, un poquito antes, había financiado para consolidar. O a algún egoísta que se siente vulnerado porque su bandera ya se realiza y es patrimonio del común. O a algún interesado que, elípticamente, afirma que el Estado, especialmente el Estado democrático, también debería permitir dirimir el acceso a la salud o a la educación según las reglas del todopoderoso mercado.

No quiero con esto insinuar que son prescindentes los organismos y asociaciones populares que impulsan el reconocimiento o se desempeñan en la defensa de los DDHH. Pero en todos los casos tienen por finalidad que sus aspiraciones se vean concretadas en una acción del Estado. Cuanto mejor si esa actividad de desarrolla de modo permanente y en profundidad, excediendo lo meramente declarativo. Es decir con convicción, es decir que el Estado las asuma como propias, las positivice, las difunda y promueva formando consciencia y las despliegue para que el conjunto de la sociedad también las asuma como propias (hace unos días escuchaba a un dirigente de la comunidad homosexual, expresaba su aspiración de que la sociedad reconozca lo mismo que el Estado ya había reconocido). 

III – La cooptación.
Suele aparecer como una exigencia a los organismos de DDHH de neutralidad o distanciamiento del gobierno, incluso a modo de impugnación a cualquier expresión de los mismos que denote afinidad con las políticas oficiales en la materia.

No recuerdo que esa pretensión se haya enarbolado para impugnar la presencia de representantes de algunos de esos organismos en la CONADEP (APDH, Graciela Fernández Meijide; MJDH, Marshall Mayer); a pesar de que su existencia se debió a una convocatoria presidencial que sostenía (como ya dije) una mirada parcializada sobre el tema en cuestión (que hizo que no participaran de la Comisión referentes parlamentarios de otros espacios políticos distinto al radical); o que otros organismos miraran con desconfianza la convocatoria (Madres de Plaza de Mayo, por ejemplo); o que, incluso, se sentaran a la misma mesa personajes que, hasta hacía muy poco tiempo, demostraran simpatía y colaboracionismo con la dictadura (Magdalena Ruiz Guiñazú, Ernesto Sábato).

La grieta, a la que gusta aludir el showman Lanata, también se extiende a este ámbito, como una profunda molestia porque referentes morales de la sociedad que se mostraran inclaudicables ante cualquier agachada, renunciamiento o retroceso en la materia, ahora manifiesten su beneplácito por la coincidencia entre sus reclamos históricos y la política adoptada desde el gobierno kirchnerista (sin privarse de apuntar sus diferencias, como lo hicieran Hebe de Bonaffini respecto a la Ley antiterrorista, o lo militara el CELS en relación a la designación de Milani como jefe de las FFAA).

De mi parte, como confío en su calidad ética, supongo que si alguno de los gobiernos anteriores hubiese adoptado el mismo rumbo, también habría recibido el mismo apoyo… pero no lo adoptaron. De parte del coro opositor, (enceguecido por la especulación electoralista, incapaz de reconocer virtud alguna al kirchnerismo, incapaz de blanquear sus críticas a la gestión en DDHH desde la óptica regresiva que los anima) es preferible destruir y bastardear baluartes de la lucha (cualquier lucha), antes que admitir la vergüenza de no contar con su respaldo.

En las denuncias de cooptación hay un tiro por elevación a las políticas actuales, no son sino (en la mayoría de los casos, y dejando de lado opiniones comprensiblemente impacientes, fundadas en la necesidad de mayor profundización) una manifestación de la frustración por no contar entre sus filas con jugadores de peso que legitimen sus posturas ambiguas, cuando no francamente retardatarias.



martes, 16 de diciembre de 2014

Esta vez no es culpa de la Shegua, pero...

… algo tendrá que ver, seguro.

Fiel a su estilo alarmista, Clarín pone a disposición esta nueva “investigación”, quizás con el afán de ayudar a los “lagente” a ponerse más cancheros y aceptar rebajas de sueldo, tal como lo sugiriera Felipe Solá.



De todos modos, no es cuestión de enloquecerse. Las innovaciones tecnológicas has producido una y otra vez modificaciones sensibles en el mercado laboral, que exigieron adaptaciones de las prestaciones más que pérdidas masivas de puestos de trabajo. Tampoco es novedad que tales elucubraciones tengan su origen en Inglaterra, tierras donde vio la luz la Revolución Industrial de la mano del incipiente capitalismo y del impulso colonialista. Por aquel entonces, los talleres laborados principalmente por manos artesanales y fuerza esclava, dejaron paso al trabajador industrial y a la máquina a vapor. Y el principal esclavista y traficante del mundo, en pos de la necesidad de imponer el nuevo modo de producción, se transformó en el adalid indiscutido de la lucha por su eliminación... ¿todo para qué? Para que 200 años después las formas modernas de esclavitud y la industria mecanizada se confundan en un abrazo difícil de disolver.

Según la polémica nota, varias profesiones correrían riesgo de extinción  por la avasallante automatización (ferroviarios, transporte, producción, instalación y mantenimiento, agricultura, venta al público, como por ejemplo, cajero de supermercado o funciones rutinarias como el cobro de peajes) me permito ponerlo en dudas. Ya en los años 70, con la masificación del uso del grabador-reproductor portátil Ranser a cassette (ese que venía con estuche de cuero y práctica bandolera del mismo material), nadie daba dos mangos por la viabilidad del trosco del megáfono… sin embargo, ahí lo tienen, impertérrito ante el paso del tiempo y la modernidad. El del mimeógrafo, simplemente hubo de reconvertirse en operador de fotocopiadora. Y ni hablar del querido artesano autónomo del carrito de choripanes, cuyo horizonte lució tormentoso con el avance de tanto Mc Donals y Pumper Nics. El periodismo independiente nadie puede negar que marcha irremediablemente a su desaparición como profesión, pero lejos de diezmar la fuente de trabajo, bastó que quienes lo ejercían se reconviertan a operadores, lobistas o propagandistas de grandes corporaciones económicas para que conserven su empleo. Incluso está bien visto desempeñarse con cierto sesgo golpista, cualidad antes considerada infamante.

Pero así como la transición impone modificaciones hábitos laborales y afecta la oferta de puestos de trabajo tradicionales, estos últimos tiempos dejan clara constancia que la creatividad argentina propone la aparición de nuevas y prometedoras oportunidades.

Solo a modo de ejemplo, cabe señalar el sacrificado pero redituable oficio de “ex novia de Martin Redrado”. No con esto quiero insinuar que es trabajo que pueda ofrecer demasiadas vacantes, pero habida cuenta de su rentabilidad, nunca hay que desmerecer su capacidad de reproducción y su potencialidad movilizadora de un mercado interno hambriento de moneda extranjera.




Otro nueva propuesta (en realidad es vieja, pero últimamente ha florecido espectacularmente) es la de “crítico de políticas de DDHH”. A su favor tiene que los empleadores parecen no importarle demasiado los antecedentes de los postulantes, si han sido representantes coherentes de la idea a comunicar, o si son meros advenedizos con curriculum contradictorio, basta con tener un somero conocimiento del discurso Troccoliano de la teoría de los dos demonios y reinterpretarlo libremente según las necesidades actuales. Otra ventaja de esta opción es que, en vista de la reciente gira de uno de sus cultores por las radios gusanas de Miami, parece una opción abierta también en el mercado internacional.





jueves, 11 de diciembre de 2014

Democracia y DDHH - ¿hasta cuando, Catilina?

Hoy se conmemoran dos eventos estrechamente entrelazados entre sí: el retorno a la democracia (1983) y la sanción por la Asamblea de la ONU de la declaración Universal de los Derechos Humanos (1948). Tan unidos que es imposible concebir al uno separado del otro: no existe democracia sin plena vigencia de los DDHH (que nos aproximan a la democracia real); ni pueden realizarse plenamente los DDHH sin democracia*.

Rengueando a veces, corriendo en otros momentos, cuando no reculando, venimos transitando ese camino en la Argentina durante el más largo lapso registrado en nuestra historia.

Y para conmemorar tan caros acontecimientos, nada mejor que recorrer algunas recientes digresiones de pensadores actuales, formadores de opinión o líderes políticos, que nos permiten establecer con claridad en que punto estamos del camino. A saber:





Mary Anastasia O'Grady: “Cristina Kirchner apunta a los militares por venganza. La Presidenta lleva a su país por el sendero iliberal al negarles su debido proceso a unos 1600 prisioneros que eran miembros de las fuerzas armadas o la policía en los años 70… Nadie duda que hubo graves violaciones a los derechos humanos en Argentina por ambos lados cuando los militares intentaron contener el terrorismo inspirado en Castro que sacudió el país en los años 70. La moralidad, la reconciliación nacional y la estabilidad de la república requieren que los responsables sean llevados a la justicia. Pero Kirchner no busca justicia. Quiere venganza por las pérdidas que los militares le causaron a la izquierda, con la que simpatiza.”  6/4/2014 - The Wall Street Journal 

Nota Editorial “AL ENEMIGO NI JUSTICIA… NI DERECHOS HUMANOS”: “El maltrato a los presos de edad avanzada en causas vinculadas con la lucha contra la subversión es la manifestación más clara de haber trocado justicia por venganza… Cada uno de los ancianos es un poco "todos los hombres". Poco les importa, en lo personal, la cárcel, el maltrato, la enfermedad y la muerte. Los que más sufren son los familiares de los detenidos en las condiciones mencionadas. Cada persona mayor en prisión, detenida en forma injustificada, procesada por un tribunal político, no sufre en sí misma esa privación de su libertad, sino que la decisión se dirige primordialmente contra su grupo familiar, ajeno a las acusaciones vertidas, pero directamente afectado por el castigo dispuesto por quienes encontraron en sus padres, sus hermanos o sus abuelos, una oportunidad de ganar aplausos y adhesiones políticas a través de sus sacrificios en el falso altar de los derechos humanos”. La Nación, 20/11/14.

Miguel Bonasso: (el Kirchnerismo) al apropiarse y estatizar los derechos humanos, le ha causado un daño incalculable’ a esa lucha. ‘Figuras que para nosotros en el pasado resultaban inalcanzables porque no pertenecían a ninguna facción política, como por ejemplo Hebe de Bonafini, han quedado comprometidas, selladas con la marca K en el orillo. Significa una devaluación de los organismos de derechos humanos, que fueron los que más lucharon contra la dictadura… en Argentina se han logrado avances que no se lograron en otros países de Latinoamérica que también padecieron las dictaduras, como Uruguay o Brasil’. Sin embargo, consideró, eso ‘no es producto solo del Gobierno de Kirchner, es todo un proceso histórico’.” Entrevista en Infobae TV, 6/12/2014.

Jorge Lanata: “Yo estoy de acuerdo con una ley de medios teórica, como la que hubo en Argentina, sí, pero con lo que hay ahora, no. La que hicieron no fue para controlar eso (los monopolios). Los K hacen algo impresionante, siempre te proponen buenas intenciones de pluralismo pero debajo siempre hay otra cosa… ¿Clarín estuvo con la dictadura? Sí. Porque todos los argentinos estuvieron con la dictadura. La dictadura la quieren describir hoy como si fuera que vinieron cuatro tipos en un plato volador y juzgaron a un montón de argentinos honrados, pluralistas y democráticos. No es así. Nadie mata a 30.000 personas si la población no está de acuerdo. En algún lugar, por omisión o acción, la gente estuvo de acuerdo con lo que pasó. ¿Los grandes medios apoyaron a los militares?, sí… La generación del 70 (que tenía ideas revolucionarias, socialistas y comunistas) es un grupo de inescrupulosos, que se creen mejores que la gente (…). Gran parte de los problemas que tenemos hoy en Argentina son por culpa de esa generación. Fue una generación que nos cagó. (…) Unos viejos de mierda.” Entrevista para Diario de las Américas (Miami) 7/12/2014. 

Mauricio Macri:  “Ahora los derechos humanos no son Sueños Compartidos y los "curros" que han inventado. Con nosotros, todos esos curros se acabaron.”  Entrevista al Diario La Nación, 8/12/2014. 

Por supuesto que puede ponerse en duda si la calaña de las opiniones aquí transcriptas (los links conducen a las notas completas) refleja o no una opinión mayoritaria en la sociedad argentina. Puede que no, aunque hay que reconocer que si un presidenciable como Macri se anima a expresarlo, lo es en base a un cálculo que arrojaría que una buena porción del electorado está dispuesta a aplaudirlo o, al menos, a suponer que tal opinión carece de trascendencia alguna en su vida. Porque nótese que para ejemplificar los “curros” menciona la “Misión Sueños Compartidos”, pero nada dice del emprendimiento similar que lleva adelante Cáritas, ¿será también otro curro a la vista del resonante escándalo (no solo amoroso) que protagonizó su ex titular Bargalló**. 

¿Serán también curros los programas de capacitación docente para la promoción y educación en derechos humanos? ¿y los planes de aproximación barrial a la justicia? ¿las campañas sobre educación sexual, o los programas de atención gratuita a enfermos de SIDA y enfermedades crónicas? ¿y la AUH? ¿las propuestas inclusivas de adultos a la educación? ¿los planes de viviendas sociales y urbanización también serán puestos en la mira? ¿lo serán los nuevos paradigmas inclusivos impulsados de niñez, adolescencia, mujer, personas con discapacidad, minorías culturales o por opción sexual? Pregunto, porque todos los mencionados (y muchos más) cuestan dinero, involucran a miles de personas que trabajan en ellos, diseñándolos, ejecutándolos o promoviéndolos, y están vinculados estrechamente con el ejercicio de derechos humanos… y los “inventaron” durante la gestión K.

Sería una pena que fueran desechados por su carácter de curro. Cada vez que uno ve como algunos reaccionan indignados (sugestionados por el manijeo televisivo) porque a un preso se le debe pagar lo mismo por su trabajo que a cualquier trabajador,  o cuando se menosprecia la posibilidad que se les brinda a jóvenes de terminar su ciclo de educación formal, o cuando consideran que es un subsidio a la haraganería la AHU, o desprecian las potencialidades de “Conectar Igualdad”, o cuando se rasgan las vestiduras por cualquier derecho o reparación que se le reconoce a cualquier persona que ha sido históricamente discriminada, perseguida o excluida, uno nota cuan necesarios son esos curros y cuanto les falta hacer. Ni hablar cuando la jauría se lanza a justificar la pena de muerte, el gatillo fácil, o la ley de linch.

Tan necesarios como las políticas de memoria, verdad y justicia, y obviamente, los juicios y las condenas a los genocidas.

Pareciera que algunos sectores estarían más predispuestos a perdonar o a olvidar a los responsables de las catástrofes económicas, culturales y sociales que sufrió el país, que a tolerar que se les preste algún tipo de especial atención a las principales víctimas. Y así se propala desde La Nación, intentando motivar una pena generalizada hacia quienes padecen la venganza (no la justicia) por asesinar, desaparecer, violar, secuestrar, torturar, robar, apropiarse de bebes... No es cuestión de culpar al diario de Mitre… es de bien nacido agradecer por los servicios prestados y por los Papeles Prensa apropiados.

Y para eso es necesario sensibilizar a una población inmersa en el consumismo materialista, o en el idealismo de una sociedad mas equitativa… después de todo, los subversivos setentista fueron tan culpables como los militares, ya lo dijo Tróccoli cuando enunció en 1984 la “teoría de los dos demonios”***, y lo suscribe ahora con vehemencia Lanata… sin dejarnos de recordar que, si Clarín y La Nación apoyaron (impulsaron y encubrieron) a la dictadura genocida, y si la dictadura fue genocida, no fue por otra cosa que porque todos nosotros se lo pedíamos. Notable sofisma el de Lanata… olvida que desde 1955 (desde 1930 y antes, incluso), la prensa argentina y sus empleados jugaron un papel fundamental justificando ante los ojos de la sociedad los Golpes de Estado y toda todo tipo de tropelía ejecutada en beneficio de las clases dominantes… Yo no tengo poder, dice Lanata en otra parte de la entrevista, o en todo caso no lo ejerzo, como si no fuera consciente del efecto que sus stand up inconsistentes perpetran. 

Lamentablemente si Macri termina con los curros de los DDHH, todo lo (poco aún) logrado con la Ley de Medios se diluirá, tal vez en la ley de cotillón, teórica, no práctica al punto de afectar los intereses monopólicos dominantes, esa por la que aboga Lanata. Porque alcanzar su objetivo de multiplicar voces y garantizar el acceso a la información necesita de dinero y esfuerzo, de dedicación e inversión que no ha de ser gratuita. Difícilmente cruzará el éter o se imprimirá la primer catilinaria contra la abusiva hegemonía mediática y cultural, aquella que dice “¿Hasta cuándo, abusarás de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo esta locura tuya seguirá riéndose de nosotros? ¿Cuándo acabará esta desenfrenada audacia tuya?”…

Porque, insisto, los curros en derechos humanos son necesarios, y a diferencia de lo que cuestiona Bonasso, el Estado debe apropiarse de las políticas de DDHH, y el Gobierno no es una Facción Política, es la expresión de la ciudadanía en la composición del Estado. Quizás cuando Macri gobierne, y elimine los curros, Bonasso comprenda lo que digo, vea que ese “proceso” del que habla solo puede profundizarse mediante la decisión política de un gobierno, y que, como todo proceso histórico, puede terminarse, e incluso revertirse. Y que es de bien nacido (así como La Nación defiende a los dictadores que preservaron y ampliaron sus privilegios) apoyar a los gobiernos que asumen, impulsan y hacen efectivos los mismos principios y derechos que predicamos y por los cuales reclamamos.
  




* Democracia real no es necesariamente sinónimo de democracia liberal burguesa o democracia formal. Democracia real implica (además de una forma de vida, una forma de interrelacionamiento humano en la sociedad, basados en el pluralismo, la convivencia pacífica y la libertad), la democratización de la riqueza, la cultura, la información y el poder.

** Sin ninguna intención de sembrar sospechas, sólo la de denunciar la hipocresía de la distinta vara con que se mide a una organización popular solidaria y a una dependencia eclesial.


*** Para Troccoli, la sociedad argentina consintió el golpe, pero repudió la metodología represiva, para Lanata, la metodología represiva fue convalidada por la sociedad. “En su introducción, Tróccoli legitimó a la CONADEP, calificando de “patriótica” su tarea, pero de inmediato advirtió que su relato no comprendía la historia completa de la violencia al señalar que "la otra cara se inició cuando recaló en las playas argentinas la irrupción de la subversión y el terrorismo alimentado desde lejanas fronteras”. Su proyecto, añadió, “basado en el terror con una profunda vocación mesiánica [...] terminó desatando una orgía de sangre y de muerte”. Reconoció que “muchas generaciones fueron atraídas por estos proyectos” pero pese a ello aseveró que la sociedad “se vio conmovida y sorprendida por esta violencia [...] y reclamó su erradicación y el ejercicio de la autoridad al Estado”, pero “lo menos que podía presuponer era que el propio Estado iba a adoptar metodologías del mismo signo, tan aberrantes como las que acababa de impugnar y que habían sido utilizadas por la subversión y el terrorismo”. De este modo, retomaba el discurso castrense al identificar a la subversión como extraña y externa a la sociedad argentina la cual había demandado su erradicación. Pero, a diferencia de aquel discurso, la “sociedad” era de nuevo sorprendida por la respuesta estatal, también ajena a sus valores”. NUNCA MÁS. LA INVESTIGACIÓN DE LA CONADEP EN LA TELEVISIÓN -Emilio Ariel Crenzel - UBA/ CONICET (Argentina), para Questión, revista especializada en periodismo y comunicación – Fac. Periodismo y Comunic. Social - Univ. Nac. De La Plata.