Desde que en 1513 fuera escrita aquella fascinante anatomía del Poder de Niccolo Macchiavelli, “Il Príncipe”, nunca hasta ahora la filosofía política había recibido un tan distinguido y realista aporte.
Es que estaría próxima a ver la luz la primera edición de “EL ESTADO O YO” , fastuosa elegía sobre teoría y praxis de la ciencia política escrita por Héctor Ernestino Moñetto, quien accede de este modo a compartir su pensamiento en acción con el resto de los mortales, ansiosos de conocer de que modo se puede transitar exitosamente el sinuoso y empinado sendero que vincula un oscuro pasado en Chivilcoy con las cúspides del poder real e imperecedero.
El derrotero que va de aquel Contador Público Nacional recién recibido que fuera adscripto a la dirección de un prestigioso diario capitalino por un dirigente desarrollista en los albores de los ’70, al sabio dirigente empresarial que se desnuda en la obra, cual Mr. Montgómery Burns en el óleo de Marge Simpson. Nos alumbra con la picante llama de su experiencia de superviviente exitoso a los avatares de la pendular sociedad argentina, revelándose como el principal impulsor del cambiante humor e inspirador del sentido común.
La obra puede ser definida a partir de recoger una singular lectura sobre la actualidad y de una sagaz deconstrucción del sistema político, la libre expresión, la democracia y la república. Sin ningún tipo de prejuicios, Moñetto nos muestra de modo casi pornográfico su acertada versión del rol de los poderes, adoptando la perspectiva diametralmente opuesta a la del célebre florentino.
En el capítulo IV (pag. 243), intitulado “PUESTO MENOR”, pone las cosas en su correcto sitio, argumentando eficazmente sobre el rol real de los resultados electorales. Retomando aquel pensamiento borgiano respecto a que la democracia no es más que un abuso de la estadística, pone en vereda la falsa creencia (enraizada popularmente) de que a las mayorías asiste el derecho de signar los destinos de la Nación. “Pongamos las cosas en su lugar – indica el autor con agudeza – al pueblo corresponde el indelegable deber de elegir al Presidente, que a su vez debe asumir la obligación de gobernar al servicio de quienes detentamos el Poder Real, preservando el status quo y garantizando el aumento de nuestra rentabilidad. ¿Por qué otro motivo las clases dominantes habríamos de aceptar esa metáfora de que el pueblo gobierna a través de sus representantes y admitir que sean ellos quienes elijan nuestro gerente?”. Resulta evidente la influencia del pensador español Fernando Savater, quien en una reciente visita a nuestro país realizada a instancias del propio Moñetto, definiera: “la democracia es una forma de gobierno con muchas promesas que uno puede afrontar con cierto escepticismo”.
Un fuerte alegato a favor de la periodicidad de los mandatos y de la alternancia de los gobernantes se descubre a partir de la pág. 892 dentro del capítulo XII: “MI TRABAJO ES PONER Y SACAR PRESIDENTES”. En este capítulo encontramos la explicación a la reveladora y ya conocida frase de su cosecha personal, respecto a los gobernantes elegidos por el voto popular: “los dos primeros años hay que sacarles todo lo que se pueda, los dos segundos hay que pegarles para sacarles más, los dos últimos hay que voltearlos para que recomience el ciclo”. En este capítulo también se recoge la máxima “El mejor presidente siempre será el que no fue elegido. Mantener viva la presencia y expectativa del derrotado en las urnas, aunque hayamos apoyado decididamente al triunfador, siempre deja abierta la puerta a un reemplazo beneficioso. No podemos minimizar la exitosa experiencia de la sustitución de De La Rua por Duhalde.”
El Capítulo XXI (pags. 2023 a 3002) aborda la diatriba del presupuesto republicano de la División de Poderes (titulado “¿LO QUÉ?”). Con lógica implacable sostiene “Existe un Poder único, infinito y bueno, y por lo tanto, indivisible, el nuestro, que en el Estado se manifiesta a través de presidentes dúctiles, legisladores colaboracionistas y jueces advertidos sobre la conveniencia de la genuflexión. El llamado “cuarto poder” no es más que el puntal necesario para preservarlos en el ejercicio leal de sus funciones, o desecharlos en caso de desacato ... Toda anomalía en la funcionalidad de la República respecto al Poder real debe ser resuelta a favor del poder real, si las botas militares han caído en el descrédito, pues buenas pueden ser las botas camperas y, si resulta indispensable, hasta las alpargatas pìqueteras”.
Quien repasa concienzudamente los folios de la obra, llegará a sorprenderse gratamente cuando descubra que el autor es capaz de ensayar tiernas autocríticas sobre su proceder pasado, reflexionando sobre la conveniencia de un cambio de óptica respecto a ciertos actores políticos. “En épocas donde un gobierno se ensaña en dinamitar el preciado don de la unidad nacional, construído sobre la base del sano encubrimiento de situaciones eventualmente dolorosas para las masas, es preciso revisar algunas conductas del pasado, estrategias de otrora que nos han malquistado con ciertos sectores, por ejemplo con la izquierda. Sin perjuicio de ratificar la corrección del tratamiento dado a los seguidores del por entonces Tirano Prófugo por aquellas épocas (metodologías que sectores interesados y poco objetivos llaman “proscriptivas” e incluso “represivas” o “genocidas”), es necesario revisar algunas prácticas con miras al presente. En este sentido hemos realizado un experimento con alentadoras conclusiones: realizar un programa donde se festeja a Samuel Wermus por haber atravesado exitosamente la experiencia de las P.A.S.O. ha demostrado que el glamoroso Champagne es un eficaz vehículo de domesticación de agitadores trotskistas, aún cuando se ponga el sujeto de prueba en manos de Samuel Gelblung.” Con toda lucidez el autor desmenuza el inteligente experimento de cooptación en el Capítulo XXXII bis “EDUCANDO A LA IZQUIERDA” (pags. 4355 a 4601).
Moñetto descolla lucidez en su relato de la razón de ser de la libertad de expresión y su vínculo con la democracia. “EL QUE MANEJA EL PAPEL MANEJA LA PRENSA ESCRITA” se denomina el capítulo XLVIII que habita las páginas 7114 a 9002 de la monumental obra. En el mismo incursiona en explicaciones sobre los innegables beneficios que los monopolios mediáticos brindan a sí mismos y, por qué no decirlo a la sociedad toda. “Debemos terminar con la falacia de la pluralidad de voces, falso axioma revisionista que lo único que conduce es a la confusión de las masas incultas. Durante años hemos garantizado un relato unívoco, uniforme, que ha aportado cohesión al pueblo argentino, tanto o más que la escuela sarmientina, que ha permitido que en la mesa las familias se reúnan en paz y armonía. ¿Acaso es lícito pretender que cualquier pelafustán irresponsable divulgue vaguedades impresas? ¿No les es suficiente con los blogs?”. Interrogaciones retóricas que revelan la angustia que invade al autor frente al horizonte caótico que se perfila actualmente, amenazando la uniformidad de criterios bajo la decrépita excusa del respeto a la diversidad de opiniones. La frutilla de este capítulo está puesta en la reflexión final: “Tomemos como ejemplo el caso de la pobreza. ¿a quien puede interesarle un pobre o un desocupado? No compran diarios, no pueden pagar el cable, no son, en definitiva un segmento con capacidad de consumo. Su cantidad es una estadística irrelevante en un país agroexportador, y sólo son noticias si se matan entre ellos o se rebelan. Pues a nosotros nos interesan los pobres y los desocupados, en primer lugar porque su existencia es necesaria para combatir las pretensiones de mejoras salariales, pero además porque, bajo ninguna circunstancia, debe colegirse que nosotros tenemos algo que ver con su pobreza. La culpa la tiene ese fusible que es el gobierno que nosotros manejamos. Y si al gobierno no lo manejamos, con más razón será culpable de no hacer nada o de hacer de manera insuficiente o demasiado lento. Para nosotros los pobres y los desocupados son un factor desequilibrante al que debemos manejar su humor. Si es preciso mantenerlos en calma acudimos a Tinelli o Susana; si es preciso encolerizarlos cuestionamos el INDEC, denunciamos corrupción o apelamos a la sensación de inseguridad, incluso hasta podemos afanarle una pelota y traerla al estudio de TV. Porque como no nos conviene repartir el pan, echamos mano al circo que, de paso, nos deja más ganancias.”
No quiero terminar este breve resumen crítico de la significativa obra de Héctor Ernestino Moñetto sin mencionar al menos otros inspiradores capítulos como “USTEDES YA SON UN ESCOLLO (de Alfonsín padre a Eduardo Bussi)”, “ESTE GOBIERNO NO AGUANTA 12 MIL TAPAS DE CLARIN”, “QUE PEPA ESTA ADEPA”, “PIQUETE y CORTE DE RUTAS – diferenciación ontológica y deontológica, la relevancia de la subjetividad”, “LA MODERNA EMPRESA Y LA DIVERSIFICACION DE ACTIVIDADES – Nada mejor que ser lobista de sí mismo”.
4 comentarios:
Mirá pibe,si mostrando la yatrogénesis social en una aguda ficción pensás que podés incidir sobre el futuro populista,y querés que un puesto de segunda nos lleve a buen puerto,te digo:¡Acertaste!
Pero que ficción? Este no es el Mike Enemigorena! Esto es la pura verdá.
Lo que si, los pobres se vienen colgando del cable, che, y hasta con el plasma que se compran vía medidas populistas tienen HD.
Cosa que de llegar Mauricio al poder, se cortaría de cuajo, liberados como fueran una facción de francotiradores par poner en orden la cuestión.
jajaj, amigo Rucio, usted es un visionario!!!
Y muchas gracias por plantar el loguito de 100 de Paleta!
Abrazo grande!
Sselente, sselente.
Yo no lo compro al libro, pero si los que compran libros de Aguinis y Sarlo lo compran, Cristina saca más del 70%.
Abrazo.
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