martes, 21 de febrero de 2012

Che Clarín, el otro inglés habla de vos.

Resulta evidente la intención de pretender implantar la idea que en Argentina existe un “clima orwelliano” de control del pensamiento libre y ascético de una parte de la intelectualidad y de los medios “independientes” (sólo comprometidos con la divulgación de la verdad  impoluta). Por si no se dieron cuenta de la asociación inducida mediante acciones como la de la Fundación de la Giudice, o la posterior denuncia ante la CIDDHH, ahora Clarín lo manifiesta, expresa y burdamente, renunciando a toda pretensión de sutileza, en una notita titulada "¿Existe un Gran Hermano K?", en la que el Gran Diario Argentino, en cierta forma, asume que sus lectores padecen una grave incapacidad de entender las ideas que pretende injertarle mediante metáforas y elipsis, y elige explicársela como a meros bobos sin vuelo imaginativo.



Ah..! “1984”. Aquella preciosa pieza literaria de ficción política que alertaba, por allá por 1949, sobre la posible globalización de un asfixiante y represor totalitarismo stalinista y las nefastas prácticas de la policía del pensamiento… impresionante, aleccionadora también, pero con una certeza predictiva sólo comparable con la de Lilita Carrió.  

La participación de Orwell en la Guerra Civil Española (del lado republicano, of course, como correspondía a todo buen socialista a la inglesa que se preciara de tal) le dejó una marca imborrable: un profundo rencor hacia la facción comunista de las milicias, a quien directamente culpaba de la derrota. Tal rencor, entre 1937 (pleno ascenso del nazismo) y 1943 (plena II guerra, donde ingleses y soviéticos luchaban codo a codo contra el nazismo), lo lleva a apuntar su pluma contra Stalin en otra tan excelente (pero desatinada en el tiempo) obra como lo fuera “Rebelión en la Granja”, recién publicada (nada casualmente) en los albores de la Guerra Fría (1946).  Desconozco si por aquellos tiempos Orwell logró intuir las implicancias del triunfante imperialismo norteamericano  en la orbe, o el peligro que para las sociedades democráticas revestía el embrionario neoliberalismo  que se incubaba en Mont Pelerín, pero lo cierto es que nada trascendente parece haber escrito ni pronosticado al respecto.  Salvo “La Libertad de Prensa”, título bajo el cual prologa Orwell la primera edición de “Rebelión en la Granja”, quejándose amargamente de que las editoriales inglesas, durante la guerra, se negaron a publicar libelos que agredieran a Stalin. Pero no culpaba de ello a “la intromisión directa del Ministerio de Información o de cualquier organismo oficial”, “sino porque existe un acuerdo  general y tácito sobre ciertos hechos que ‘no deben’ mencionarse. Esto es fácil de entender   -continúa la prédica-  mientras la prensa británica siga tal como está: muy centralizada y propiedad, en su mayor parte, de unos pocos hombres adinerados que tienen muchos motivos para no ser demasiados honestos al tratar temas importantes”.



Es decir que Orwell sufrió y denunció la censura a la libertad de expresión, pero no por parte del Estado, sino desde la propia corporación periodística. Sin embargo, nada profundizó sobre esta enojosa situación. O quizás sí lo hizo, pero no se ha masificado el conocimiento de tal hecho a causa de los mismos actores que Orwell denuncia como responsables de que “Rebelión en la Granja” debió esperar  varios años para ser publicada. 

Las condiciones que conspiraron contra la libertad de expresión de Orwell, hoy se ven magnificadas. Los medios de comunicación se han masificado en términos de accesibilidad al público (al extremo de lo invasivo) a la vez que han eficientizado su discurso mediante “la manipulación no violenta del ambiente y de las ideas y los sentimientos de los individuos” (al decir de Aldous Huxley *1), al punto tal que representan un real riesgo de “monocolorización” del pensamiento humano, incluso de destrucción de la diversidad de opiniones, de culturas, de gustos, de costumbres. Hasta me atrevería a decir que la política de las corporaciones mediáticas resulta hoy perfectamente asimilables con aquel televisor eternamente encendido en la vivienda de Winston Smith en “1984”. Por supuesto que aún no pueden observarnos desde ahí, pero esta tiranía mediática pretende no necesitar hacerlo porque aspira a condicionar nuestro comportamiento (¿para que mirarnos si ya saben lo que vamos a hacer?). Sería el sumun de los logros del capitalismo: a la producción en serie, agregarle la uniformidad gustos y la predeterminación de los comportamientos y las necesidades.


La racionalidad capitalista, y el desarrollo no inclusivo (en razón de sus costos) de las tecnologías, conspiraron durante el transcurso del S. XX a favor de una concentración aún mayor de la propiedad de los medios a la que conoció Orwell, trasformando la libre competencia en una carrera sin reglas entre un guepardo y un perezoso amazónico, en medio de la sabana africana. Obvio que ganó el guepardo, pero aparte también se comió al perezoso (*2). A su tiempo, la prédica del no intervencionismo estatal fue sumando adeptos entre las “elites de poder” económico y sedujo a las “elites de poder” político. Nada quedaba del omnímono Estado avasallador que imaginaba Orwell, todo había sido coptado por los montpelerines que había ignorado.

Por supuesto que a los diarios se agregaron la TV y la radio. En nuestro caso, ni siquiera fue necesario discutirle la propiedad del éter al Estado bobo, bastaba su inacción cómplice para que los guepardos acumulen licencias, y el congelamiento de la concesión de nuevas licencias para no tener el disgusto de que aparezca algún perezoso tuneado a meterse en la competencia. La necesidad de expansión de audiencia, de mayor alcance y penetración, fue resuelta con un altísimo grado de eficiencia mercantilista: transfiriendo sin riesgo el costo a un usuario permanentemente cautivo: se inventó el cable. Que el que pueda lo pague, y el que no puede no importa, es porque no tiene capacidad de consumo y por ende, nada se le puede vender.

El que siguió hasta acá el relato, notó que mencioné a Huxley. En “Un Mundo Feliz” también pinta un estado totalitario y deshumanizante, pero mucho más aproximado a la utopía de las grandes corporaciones económicas, y al servicio de la previsibilidad, el orden y la uniformidad de comportamientos, valores tan preciados para el capitalismo. Lejos de la violencia represiva, la comunión productiva-consumidora se controla mediante la manipulación: desde la genética, pasando por la instructiva, la laboral y hasta por vía del adecuado condicionamiento vía entretenimiento (¿podría bancarse uno 24 hs de TN, Van Der Kooy - Blanc incluídos sin una dosis diaria de Tinellismo o Susanagimenismo?). La diversidad de caracteres humanos sólo es admitida como un aspecto funcional a los requerimientos de la complejidad propia de toda sociedad, pero es igualmente predeterminada cuali y cuantitativamente. La dictadura es real, pero imperceptible gracias a la manipulación.



Por supuesto que el gigantesco aparato cultural no estatal no descuida ningún flanco en su rol uniformador. Es enorme la inversión realizada en los ´90 por Clarín, por el grupo Prisa y La Nación en diccionarios, libros de historia y demás materiales didácticos y de lectura escolar. Inmensa inversión, fundamentalmente orientada a la instrucción de niños, que desde la perspectiva capitalista, debe ser recuperada, y desde la perspectiva ideológica, los contenidos transmitidos deben ser asimilados, repetidos y aceptados. Un material que no sólo es importante por su contenido, sino también (al igual que la radio, la TV y los diarios) por las cuestiones que son ninguneadas al ser excluidas de los mismos. “Grande es la verdad -dice Huxley- pero más grande todavía desde un punto de vista práctico, es el silencio sobre la verdad” (*3).

Ya es confeso que la recurrente sugerencia de que el kirchnerismo es orwelliano, no cumple otra función que encubrir la asunción de los medios hegemónicos de un rol en el proceso huxleyano. Por supuesto que estamos lejos de la manipulación genética (menos lejos de lo que estaba Huxley en 1931), y que el resultado del proceso democrático y fuertes políticas de inclusión económica, social y cultural y de promoción de la aceptación de la diversidad impulsadas por parte del Estado, nos alejan del modelo del S. VII D.F. (después de Ford), pero lo que vale es la intención… y su persistencia.

Pablo Llonto, en el mismo programa de 678 que mencioné en un post anterior dijo con ironía algo así como “me conmueve el esfuerzo que hacen en tratar de explicar que Clarin es un medio periodístico”. En ese mismo post planteé que como medio periodístico va cayendo en el descrédito y como empresa capitalista no es muy apreciada en el mercado de valores. Sin embargo, Goldman Sachs, los mismos que se quedaron con Italia, puso (y no poco dinero) para sostenerlo… no hay otra razón: estos multimedios ya no son empresas periodísticas, son usinas de reproducción y de legitimación de la ideología del poder real, son los artífices de “la manipulación no violenta del ambiente y de las ideas y los sentimientos de los individuos”.



*1 Aldous Huxley, “Nueva Visita a un Mundo Feliz”, cap. I “Exceso de Población”
*2 “En el campo de las comunicaciones en masa, como en casi todo otro campo de actividad, el progreso tecnológico ha perjudicado al Hombre Modesto y ha favorecido al Hombre Poderoso…. En el Oeste democrático hay censura económica y los medios de comunicación de masas están dominados por los miembros de la “Elite de Poder” Aldous Huxley – “Nueva Visita a un Mundo Feliz”, cap. IV “La propaganda en una sociedad democrática”
*3 Aldous Huxley, “Un  Mundo Feliz” Prólogo edición 1969.



    


6 comentarios:

Moscón dijo...

Es simple,presionás el botón "of",y delicadamente empezás a desconocer los símbolos hasta los mas chiquitos y comenzás a ver la gente,que hace ,que dice,que habla,hacia donde va y para qué.
Al ver de que está compuesta la masa podés pensar que se puede hacer con ella

Pibe Peronista dijo...

Rucio, últimamente está ILUMINADO. Y no se olvide que no es más Clarin, ahora es "The Cornetita"

abrazo!

profquesada dijo...

excelente post Rucio, inteligente, inspirado. un muy interesante y nuevo enfoque de un tema conocido. lo destacaré en mi blog. abrazo

edgardo dijo...

Muy bueno!!. realmente es para leer dos veces (soy medio lento vio), mas allá del chiste, me gustó el planteo y el análisis de este tema de la comunicación que tiene tantos aspectos diferentes para tratar

Daniel dijo...

Habrá sido una bisagra más pronunciada de lo que creemos el 2008?
Donde ya casi que no quedan resquicios para coquetear aquí y allá.
Hay esa división que por más que le vuelquen contenidos que nos hagan ver nuestras contradicciones; nos hemos vacunado y se lo estamos diciendo- para convivir con nuestras contradicciones-, en tanto el enemigo real no deja por un momento de delinearse allí enfrente.
Le suena bizarro a un opositor de buena fe eso de "enemigo" y "nosotros y ustedes"; pero créannos que nosotros no pedimos que fuera así. Teníamos otra disposición. Acordábamos a ver si nos dejaban avanzar.
El preciso instante en que proyectaron la famosa "división que llevaron a cabo los K"; es cuando debieron asumirse como hacedores de esa división.
Todo el maquillaje de su discurso es para ocultarlo. Prueba de ello es tirarnos incesantemente el cargo de ser nosotros factores de división.
Nadie puede acusar permanentemente a otro de algo sin que quede en evidencia que por más que el otro sea ese algo, lo llamativo es lo insistente de la acusación. Ahí es donde puede verse que todo tema que toquen es una excusa. Los temas de acusación rotan cada vez más rápidamente. Están desesperados. Y como se le gana a un desesperado? Exactamente; con calma.

profquesada dijo...

bien Daniel exactamente.