viernes, 4 de noviembre de 2011

En búsqueda de la identidad cultural (1 de ¿?).

Todo proceso de transformación, revolucionario o progresivo, necesariamente genera tensiones  y controversias. Es que transformar implica cuestionar un status quo del que disfrutan algunos que intentarán asirse a la subsistencia de sus privilegios.

Todo proceso de transformación, revolucionario, progresivo (o reaccionario), es a la vez el emergente de sectores sociales que pugnan por una mayor participación en la política, en la cultura, en la riqueza producida, o en todos esos ámbitos al mismo tiempo. En el medio de la marabunta emergen necesariamente desde ideólogos e intérpretes, hasta todo tipo de apasionado barrabrava a favor de la canonización o de la detracción herética, alimentados por la savia de la novedad y por el elíxir de la confrontación que explicita los apagados sueños y los rencores de los sometidos.

Todo proceso de transformación, incluso la mera necesidad de intentarlo, nos impulsa a revisar el pasado en la búsqueda de las raíces del conflicto, de las glorias perdidas y de las derrotas sufridas. Desde la perspectiva de marginados reclamantes, necesitamos reconstruir un imaginario que justifique las dilaciones de nuestras ansias y que entronque nuestras luchas con antiguas epopeyas proscriptas por el discurso vencedor.

Todo proceso de transformación, en definitiva, es un campo fértil para la creatividad artística, mientras esté dotada de la sensibilidad suficiente para pretender plasmarlo, documentarlo, e incluso preanunciarlo, aunque esta última virtud está reservada sólo para  los visionarios.

Y es en el marco de un proceso transformador, como el que nos ha sido concedido participar, en el cual quiero destacar la significancia de la obra de DANIEL SANTORO.


Durante el año 2001, mientras que la mayoría de los plásticos retrataban el indigente estado de las mayorías abandonadas a su suerte por la república formal, o la violenta explosión del descrédito en la política, reflejando al caos y a la desesperanza, Santoro opta por rememorar aquel “Mundo Peronista” construido durante los dos primeros gobiernos del General. Un mundo que refleja la especial relevancia de Eva, coprotagonista ineludible desde la perspectiva del arraigo sentimental del Movimiento. No sé si su pintura expresa un anhelo, una añoranza o una premonición, lo que sí se me ocurre resaltar es que la serie inaugurada por entonces tiene la singularísima trascendencia de expresar una alternativa reivindicatoria del Estado de Bienestar del que habíamos sido definitivamente expulsados al comer la fruta prohibida del neoliberalismo, seducidos por la serpiente riojana.


Santoro continúa la descripción de aquel paraíso perdido hasta 2005, explorando la doctrina del peronismo y sus logros concretos, incluso se aventura en escenas que reflejan la mirada de los bienaventurados que disfrutaron la bonanza de esa época. Matiza su estilo realista y descriptivo con evocaciones simbólicas (Eva como esfinge, el Pinto como Pegaso, los jardines en ruinas), construyendo mitos como el de la madre de Juanito Laguna, o la ironía de los castigos de Eva a los niños gorila y marxista leninista (concluída en 2011 con un carbón sobre el día del niño), no escapándole tampoco a hechos malditos para el arte, como el bombardeo a la Plaza de Mayo.



Es en 2006 el momento en que la añoranza comienza a mutar en fuerza viva y actual. Encabezados por el “Descamisado Gigante”, cabecitas negras, centauros, nuevos niños escolarizados; salen de bosques punzantes y oscuros, nacen o resucitan para comenzar la invasión de los ámbitos apropiados por los vencedores del ’55, redescubriendo y reivindicando los íconos sobrevivientes, cuando no arrastrando blancas y rubias cautivas, la representación de todo lo arrebatado a los sectores populares.


Pero estos seres, aislados, solitarios, necesitarían evolucionar en colectivos agresivos y ávidos de reiniciar la lucha para recuperar los espacios perdidos. Aparece el malón como protagonista, movilizado y dinámico, aterrorizante, observado desde la modernista ventana de un gabinete extrapolado al medio de la pampa por la incomprensiva intelectualidad cipaya, representada en la figura de Victoria Ocampo. Recientemente, la imagen del desentierro de un ejército de centauros de terracota en plena Plaza de Mayo, vincula aquella primera etapa con el resurgir actualizado de las masas militantes.


Victoria Ocampo también es objeto de deseo, también en la pintura de Santoro aparece reducida a la condición de cautiva de las fuerzas reivindicadoras y transformadoras. No creo resulte una interpretación forzada suponer que en este caso la Ocampo simbolice la cultura “oficialmente aceptable” (así como el crucifijo de procesión que porta otro de los integrantes del malón). Tampoco suena disparatado que Santoro exprese la aspiración (o la justa exigencia) que las manifestaciones culturales de la ideología que lo contiene,  gocen al menos de equivalente reconocimiento como expresión de identidad de una corriente popular, socialmente inclusiva e históricamente mayoritaria, pero a la vez estigmatizada y marginada del Olimpo de las artes, donde hasta hoy conviven amablemente desde el fascismo confeso de Lugones hasta el izquierdismo del retratista de Juanito Laguna.






ENLACES

Entrevista por Eduardo Aliverti Dic./2010: http://decimequiensosvos.com.ar/

6 comentarios:

Pibe Peronista dijo...

Capo el Santoro. Para la oposición es el "artista del régimen" (de Lilita),pero Daniel viene trabajando y depurando su estilo sobre este tema hace más de dos décadas. Y no solo sobre los lienzos, recordemos tambien el "Proyecto Pulqui", libros de artista, etc. Es el (uno de los, para ser justos) artista del peronismo, en toda su dimensión. Lo bueno setía saber quien es el artista de la "opo". ¿Será el Alberto?

Abrazo

Daniel dijo...

Qué bárbaro este tipo.
Ahora me doy cuenta las veces que vi esas obras, desconociendo al autor.
Especialmente la de Eva me había impactado. En realidad me impacta toda imagen dibujada o fotografiada de Eva (mmm... esto me está dando una idea).
Excelente el post, Rucio. De verdad.

Ricardo dijo...

Coincido. Es una mirada interesante la de Santoro porque estos años resignificaron el peronismo para amplias porciones de nuestra clase media, fundamentalmente.

Un abrazo.

Alcides Acevedo dijo...

Patético... un canto al chori y al tetra... así la va al país: la exaltación de la mediocrida y la mentira peronista.
¿Qué hicimos los argentinos? ¿por qué Dios nos ha castigado?

profquesada dijo...

Muy bueno lo de Santoro. Estéticamente no es de mis preferidos pero valoro en mucho su compromiso ideológico y su intento de plasmarlo en su arte. Con respecto a "que todo proceso de transformación tiene su arte" tiene el problema de ser una afirmación demasiado general. Hay casos en que la transformación, como ocurrió con la dictadura y luego con los años de la fiebre neoliberal del menemismo, es más bien destructiva con el arte. Luego éste necesita de tiempo, además de apoyo y sobre todo libertad, para recrearse. El arte es, entre muchas otras cosas, la expresión de un sentir profundo que pugna por expresarse. Un proceso como el que estamos viviendo es muy rico en expresiones artísticas, por eso bienvenida la ley de medios audiovisuales si cumple su misión fundamental de multiplicar los canales por los que esa creatividad se puede dar a conocer a las mayorías. Ya está sucediendo afortunadamente. De ello solo pueden resultar la alegría y la unidad del pueblo.

Manzán para Todos dijo...

Alcides Acevedo, si vos sos argentino, Moria Casán es virgen.