jueves, 25 de julio de 2013

ARGEN y T – I – N – A.


Ricardo Alfonsín y Margarita Stolbizer arrancan su campaña con spots con fuertes críticas al relato del hegemónico grupo multimediático Clarín.




Los videos están llenos de alusiones subliminares, metáforas que deben entenderse como un intento (tardío) de los líderes del panradicalismo bonaerense de desprenderse de la tutoría que hasta el presente venía ejerciendo sobre ellos o bien como un despegue de la evidente declinación del prestigio del megagrupo.  Las fuentes consultadas son contradictorias a la hora de atribuir motivaciones a  los ataques, algunos consideran que se trata de un paso de boletas retroactivo al 2011, cuando Clarín auspiciara el magro resultado obtenido por el entente que protagonizaran el hijo del ex presidente junto a Francisco de Narvaez (un supuesto peronista de reputación democrática tan dudosa como su conducta comercial y fiscal). Otros consideran que los candidatos en cuestión están reprochando de este modo la inequívoca preferencia del grupo hacia Sergio Massa, superando a la fuerza el complejo de Edipo que hasta ahora sufrían.

El contenido de las publicidades aluden elípticamente a la promoción de la desunión de los argentino que viene impulsando el grupo desde 2008 (cuando realizara el corte “Gobierno-Campo), reeditando viejas prácticas desplegadas en los años 50 y 70 cuyo fin no fuera otra que lograr adhesión social al derrocamiento de presidentes peronistas. Para denunciar la funesta acción, eligen dos de los latiguillos preferidos por Clarín: inflación e inseguridad.

Inflación.

Como podemos ver en el spot, se denuncia a voces la eficaz penetración ideológica cultural que perpetra el Grupo, esta vez a cargo del influyente periodista económico Natalio Wermus, quien suscribe sus notas con el seudónimo de Ismael Bermúdez.  Una de las participantes denota un claro trastorno psíquico inducido por la tergiversación que realizara el periodista hace aproximadamente un año, cuando, malversando información difundida por el INDEC respecto a la canasta de indigencia, afirmara que una persona podía comer con $6 por día. La pobre mujer no sólo compró la información (desmentida hasta el hartazgo por el instituto afectado), sino que persiste en su veracidad y actualidad, y  ha amplificado su significado permitiéndose decir que con “6$ puede hacerse una fiesta”.





Lo que Alfonsín y Stolbizer nos quieren significar, indudablemente, es que el monopolio mediático tiene la capacidad, ya no sólo de instalar falacias en lo más profundo del subconsciente de los ciudadanos, sino también transformarlas en verdades irrefutables y de vigencia perdurable, mediante la simple operación de la repetición de ideas y del silenciamiento de las desmentidas.

Inseguridad.

En un ejercicio de ironía excepcional, una elogiable transgresión a la habitual falta de creatividad radical, denuncia de manera fácil y sencilla la ilegitimidad de los negocios que se amparan detrás de la percepción de inseguridad.



Clarín inventó en su momento la medición de la “sensación de inseguridad”, paralela al “índice de seguridad”, basada en una percepción ciudadana inducida por los propios medios de comunicación a través de la magnificación de casos policiales (contrariamente al índice de inseguridad, que cuantifica las víctimas de homicidios dolosos).

Lo cierto es que mediante esa maniobra, pasó prácticamente desapercibido que el índice de seguridad se redujo en un 50% en relación a los años 90 (medido sobre la base de los mismos datos objetivos), época en que era misión central del diario preservar la popularidad de la convertibilidad y la estabilidad del gobierno que la garantizaba.

Evidentemente, se trataban de dos mediciones distintas. Pero el Grupo en lugar de ceder a la evidencia de los datos estadísticos y revisar su actitud, o al menos aclarar las diferencias, inventó un nuevo rodeo: atribuyó a los funcionarios de gobierno que trataban de explicar las distinciones la afirmación de que “no había inseguridad, sino sensación”.

La sensación de inseguridad rindió pingües ganancias a muchos sectores económicos: desde quienes vendían cajas fuertes a los bancos que alquilaban cajas de seguridad, desde los que instalaban alarmas al formidable negocio de los barrios cerrados, desde el que instalaba puertas de seguridad y rejas, hasta quienes venden armas, y los avisos publicitarios relacionados a todas esas lucrativas actividades invadieron las páginas del diario y engordaros las cuentas corrientes de sus directivos.

Todo eso está sintetizado en el aviso: personificado en “el comprador”, viene Clarín, te hace el verso de la inseguridad, y él mismo te afana el perro. Encima, el mismo autor del hecho delictivo, se escuda en que él no comete el hecho, sino que se debe tratar de una percepción equivocada de la víctima, seguramente con la intención de convencerlo para venderle un perro, un arma y un alarma más tarde.

Estas son las correctas interpretaciones de los spots… no puede ser de otra manera, es así o los publicistas les están afanando la plata.

Lo único criticable es la incorrecta interpretación de la supuesta división. No hay Argen y Tina… No jodamos, en todo caso puede haber un Argen en que vive una mayoría que adhiere a un proyecto nacional y popular, y varias letras sueltas que no pueden articular una propuesta alternativa común. 



1 comentario:

Anónimo dijo...

Jaja, muy bueno. Pero igual fijate que en los dos spots los de ARGEN son los que tienen la cabeza quemada por Clarín (y a los que en realidad está dirigida la publicidad), mientras que los de TINA son los "choripaneros" del gobierno.