Dime con quién andas… la
falta de definiciones políticas no son más que un medio de ocultamiento de
propuestas inconfesables a la hora de conseguir la adhesión popular. Tras la
sonrisa dibujada en el rostro de Sergio Massa y de su omnipresencia mediática,
tras un discurso lavado, pacificador y neutralista, se esconde un personaje
que, lejos de reivindicar “las buenas cosas” del kirchnerismo, juega a fondo
una estrategia de aniquilación.
Lo que no dice Massa se
descubre en la presencia de quienes lo acompañan. Lo que no se dirime en
términos de la confrontación política queda reservado, como en la añorada lógica
noventista, a los sentimientos del mercado interpretados por los sacerdotes del
neoliberalismo. Así como, mientras Macri juega con globos y pelucas de cotillón,
quien corta el bacalao es Sturzenegger, mientras Massa navega en los juramentos
de escribanía, quien se prepara para disponer de los destinos de los argentinos
es Martín Redrado. No lo digo yo, lo dice Sturzenegger, para
desvanecer cualquier misterio: "Massa
representa nuestra forma de hacer política… con algunas fuerzas que se hacen
acuerdos no hay acuerdo programático… la construcción es aunar fuerzas con
aquellos que representan nuestra forma de hacer política"; resulta evidente que la forma de hacer
política del macrismo es, justamente, no hacerla, es más, negarla. Por ende
resultan pueriles los acuerdos programáticos en ese ámbito, todo debe quedar librado
la lógica y al ritmo que dicten las intangibles leyes del mercado.
Martin Redrado representa
la misma línea de pensamiento: es un monetarista de estirpe “lulysta”, no en
razón de su ficta y amañada adhesión al brasilerismo, sino por su costumbre de
mostrar el culo, al igual que su carnosa prometida: farándula y economía
invadiendo todos los ámbitos de la vida social argentina, la fórmula ideal que
encumbrara el menemismo.
Pero Redrado es mucho más
que un rostro bonito y seductor, por suerte su locuacidad mediática nos permite
entrever el pensamiento económico de Sergio Massa, su mecenas en el Tigre.
Recorriendo el tuiter del
Fulano, nos encontramos con una larga lista de entrevistas que se encarga de
promocionar. La mayoría de ellas denotan su honda preocupación por el estado de
las escasas reservas del Banco Central a las que vincula, indefectiblemente,
con la ilusoria movida un dólar blue que, según él “no tiene techo”, aunque resulte
evidente el fallo del pronóstico sobre un producto que hoy no tiene piso. Una doble
grosería. En primer lugar, porque las reservas “no disponibles” del Banco
Central están vinculadas al respaldo de la moneda nacional circulante (según la
doctrina ortodoxa que sigue en ese aspecto preservando su Carta Orgánica), y para
garantizar ese resguardo fluctúa la cotización oficial. Segundo, porque, como
buen monetarista, elige obviar las movidas especulativas de la economía real,
pero en negro. No menos del 20% de la producción agropecuaria se está moviendo
al margen de la economía formal, y el dólar blue vino a ser una fructífera respuesta
a la necesidad de pesos de los evasores. El juego de los medios de comunicación
(y la paranoia mediopelo) hizo el resto, otorgándole un nuevo beneficio
extraordinario, anexo a la extraordinaria ganancia derivada de la evasión
impositiva por una producción que, de por sí, otorga rentabilidad
extraordinaria.
Según Redrado es
indispensable el retorno de un Banco Central autónomo, que renuncie a toda
posibilidad de incidir en el desarrollo económico y sin más utilidad que
satisfacer el ansia de apropiación de moneda extranjera por parte de los
ahorristas, para que, una vez saciada, retomen la confianza en una moneda nacional
convertible. Listo, eso es todo, si todos tenemos la posibilidad de convertir
nuestros pesos en dólares y la libertad de girarlos al extranjero, habremos
generado un clima de negocios óptimo que impulsará la inversión extranjera
(quienes vendrán gustosos y confiados sin nada sospechar de nuestra costumbre
de erradicar del país nuestros ahorros). Por ello concluye Redrado que el
afamado “cepo cambiario” expulsa capitales y espanta la inversión. Claro, el
dato de que las restricciones cambiarias tuvieron como consecuencia en 2012 un
récord absoluto de inversiones extranjeras (según el utra K diario español El Mundo) motorizado
principalmente por reinversión de utilidades y frenando en seco la fuga de capitales,
carece absolutamente de relevancia…
Si se revisan las intervenciones
de Redrado en el último año (o desde la expropiación de YPF), se apreciará que
uno de sus latiguillos preferidos para caracterizar la políticas de promoción
de inversiones del gobierno nacional era “política de apriete”. “La inversión
no se consigue con aprietes” gustaba sentenciar, mientras que impugnaba el
gasto social y el impulso al consumo, a los que culpa de generar “impulsos inflacionarios”. Ilustrativos
conceptos, por cierto, a la hora de entender que cuando Massa se refiere a
resguardar “lo bueno del modelo K” no está incluida dentro de la idea
justamente lo que nosotros consideramos sus mayores virtudes.
En el mismo artículo de La
Voz recién citado, Redrado explica que toda la problemática económica se reduce
a que “En un mundo en el que sobran
dólares, a la Argentina le faltan… la falta de dólares, por la caída de la
inversión, termina generando restricciones en todo el proceso productivo”. Paradojalmente,
si bien mojaba la oreja hace 15 días planteando que el gobierno “debería hablar de cómo generar
infraestructura", salta como un ecolotalibán al borde de la histeria
frente al millonario programa de inversión energético de Chevron junto a YPF: “el
gobierno se pone de rodillas ante una empresa porque no puede traer un dólar
con capacidades profesionales…” transformando al monstruo apretador en un cuzco
faldero en tiempo récord.
¿Contradictorio? Más bien
es una crisis entre lo que declama y lo que piensa. Realmente a Redrado le
interesa poco o nada la inversión (nacional o extranjera) en sectores como la
industria o la energía. Todo lo que implique actividades de gran valor agregado
y, paralelamente, buenos sueldos y mejoras de consumo interno, en su cabeza
neoliberal representan “impulsos inflacionarios”. Mucho hay que buscar alguna
propuesta concreta que describa el pensamiento productivo de Redrado, pero
cuando se la encuentra es de un inequívoco sesgo conservador: el modelo es agrícola
exportador.
Veamos esta ilustrativa entrevista y
resaltemos estos párrafos donde explicita lo que para él significa un programa
económico integral con incentivos para la producción: “Incentivos impositivos. Por ejemplo: el campo. Es un socio fenomenal
para cualquier gobierno porque la producción de alimentos hoy nos da una
capacidad de inserción en el mundo realmente espectacular. Entonces, al campo
habría que tomarle las retenciones a las exportaciones como parte del impuesto
a las ganancias. Es decir, ir bajándole la carga impositiva o incentivarlo para
que pueda producir más y generar así más recursos. Con mis equipos estamos
analizando qué hay que hacer con nuestro país de 2015 en adelante. Y hay obras
claves por ejecutar en nuestro país, como la canalización de los principales
ríos. Por ejemplo, el río Bermejo, el río Salado. Allí el agua está a tres
metros de la tierra y por no tenerla canalizada encontramos allí superficies
sumamente áridas. Nuestro programa permitiría (a través de la canalización de
estos ríos) triplicar la superficie sembrada. Hoy Argentina siembra 40 millones
de hectáreas cuando podría sembrar 120 millones de hectáreas”. Síntesis, el
programa se basa en la explotación agropecuaria, el Estado (todos nosotros) gasta
fortunas en infraestructura para beneficiar a un sector (el de siempre) y no le
cobra o disminuye sustancialmente su carga impositiva.
Ahora bien, ¿producimos
semejante mejora de la productividad para que siembren alimentos o produzcan
algún beneficio tangible y concreto para la sociedad? Para nada, cuando la
interlocutora le pregunta ¿trigo o soja? “Mire,
eso lo tiene que decidir el productor”. Toda una definición, todos
invertimos millonadas para que “el productor” haga lo que se le cante. Para la
línea de pensamiento que une a Alsogaray, Martinez de Hoz y Martín Redrado, da
lo mismo producir “caramelos o acero” (“La
actividad agroalimentaria en la Argentina es apenas el 15% del PBI y genera 1,5
millón de puestos de trabajo sobre un total de 17 millones” nos comentaba
Ivan Heyn es este artículo donde también con razón afirmaba: “Nuestra historia reciente nos ha demostrado
que este tipo de especialización productiva no alcanzó para sostener a la
población en niveles de bienestar razonables”).
Como podemos ver, todo lo
que Massa esconde, Martin Redrado te lo muestra… A uno, Menem lo educó en no
decir lo que pensaba para lograr que lo votaran, pero la Luly también ha hecho
escuela.
2 comentarios:
a massita se le pegan todos los bichos, un rejuntado de aquellos esta haciendo, ahora incopora a barrionuevo y a la gorila de mirta legrand, basta, cerrame la mesa 4 y nos vamos.
¿Canalizar el río Salado? ¿A este pelotudo no se le ocurrió que si se llama "Salado" es porque el agua que lleva es salada?
Ah, no!! Quiere canalizar el salado para aprovechar la tierra que periódicamente se inunda... tierra negra, profunda y muy fértil, en la imaginación de un estúpido que cree que el agua salada tiene debajo tierra negra.
Si todavía supiera algo de lo que necesita el campo para crecer y aumentar la oferta de trabajo (un 3 o 4%), todavía... Pero ni eso.
Marcelo, el gaucho
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