miércoles, 24 de julio de 2013

Massa oculta, Redrado lulyfica.


Dime con quién andas… la falta de definiciones políticas no son más que un medio de ocultamiento de propuestas inconfesables a la hora de conseguir la adhesión popular. Tras la sonrisa dibujada en el rostro de Sergio Massa y de su omnipresencia mediática, tras un discurso lavado, pacificador y neutralista, se esconde un personaje que, lejos de reivindicar “las buenas cosas” del kirchnerismo, juega a fondo una estrategia de aniquilación.




Lo que no dice Massa se descubre en la presencia de quienes lo acompañan. Lo que no se dirime en términos de la confrontación política queda reservado, como en la añorada lógica noventista, a los sentimientos del mercado interpretados por los sacerdotes del neoliberalismo. Así como, mientras Macri juega con globos y pelucas de cotillón, quien corta el bacalao es Sturzenegger, mientras Massa navega en los juramentos de escribanía, quien se prepara para disponer de los destinos de los argentinos es Martín Redrado. No lo digo yo, lo dice Sturzenegger, para desvanecer cualquier misterio: "Massa representa nuestra forma de hacer política… con algunas fuerzas que se hacen acuerdos no hay acuerdo programático… la construcción es aunar fuerzas con aquellos que representan nuestra forma de hacer política";  resulta evidente que la forma de hacer política del macrismo es, justamente, no hacerla, es más, negarla. Por ende resultan pueriles los acuerdos programáticos en ese ámbito, todo debe quedar librado la lógica y al ritmo que dicten las intangibles leyes del mercado.

Martin Redrado representa la misma línea de pensamiento: es un monetarista de estirpe “lulysta”, no en razón de su ficta y amañada adhesión al brasilerismo, sino por su costumbre de mostrar el culo, al igual que su carnosa prometida: farándula y economía invadiendo todos los ámbitos de la vida social argentina, la fórmula ideal que encumbrara el menemismo.

Pero Redrado es mucho más que un rostro bonito y seductor, por suerte su locuacidad mediática nos permite entrever el pensamiento económico de Sergio Massa, su mecenas en el Tigre.

Recorriendo el tuiter del Fulano, nos encontramos con una larga lista de entrevistas que se encarga de promocionar. La mayoría de ellas denotan su honda preocupación por el estado de las escasas reservas del Banco Central a las que vincula, indefectiblemente, con la ilusoria movida un dólar blue que, según él “no tiene techo, aunque resulte evidente el fallo del pronóstico sobre un producto que hoy no tiene piso. Una doble grosería. En primer lugar, porque las reservas “no disponibles” del Banco Central están vinculadas al respaldo de la moneda nacional circulante (según la doctrina ortodoxa que sigue en ese aspecto preservando su Carta Orgánica), y para garantizar ese resguardo fluctúa la cotización oficial. Segundo, porque, como buen monetarista, elige obviar las movidas especulativas de la economía real, pero en negro. No menos del 20% de la producción agropecuaria se está moviendo al margen de la economía formal, y el dólar blue vino a ser una fructífera respuesta a la necesidad de pesos de los evasores. El juego de los medios de comunicación (y la paranoia mediopelo) hizo el resto, otorgándole un nuevo beneficio extraordinario, anexo a la extraordinaria ganancia derivada de la evasión impositiva por una producción que, de por sí, otorga rentabilidad extraordinaria.

Según Redrado es indispensable el retorno de un Banco Central autónomo, que renuncie a toda posibilidad de incidir en el desarrollo económico y sin más utilidad que satisfacer el ansia de apropiación de moneda extranjera por parte de los ahorristas, para que, una vez saciada, retomen la confianza en una moneda nacional convertible. Listo, eso es todo, si todos tenemos la posibilidad de convertir nuestros pesos en dólares y la libertad de girarlos al extranjero, habremos generado un clima de negocios óptimo que impulsará la inversión extranjera (quienes vendrán gustosos y confiados sin nada sospechar de nuestra costumbre de erradicar del país nuestros ahorros). Por ello concluye Redrado que el afamado “cepo cambiario” expulsa capitales y espanta la inversión. Claro, el dato de que las restricciones cambiarias tuvieron como consecuencia en 2012 un récord absoluto de inversiones extranjeras (según el utra K diario español El Mundo) motorizado principalmente por reinversión de utilidades y frenando en seco la fuga de capitales, carece absolutamente de relevancia…

Si se revisan las intervenciones de Redrado en el último año (o desde la expropiación de YPF), se apreciará que uno de sus latiguillos preferidos para caracterizar la políticas de promoción de inversiones del gobierno nacional era “política de apriete”. “La inversión no se consigue con aprietes” gustaba sentenciar, mientras que impugnaba el gasto social y el impulso al consumo, a los que culpa de generar “impulsos inflacionarios. Ilustrativos conceptos, por cierto, a la hora de entender que cuando Massa se refiere a resguardar “lo bueno del modelo K” no está incluida dentro de la idea justamente lo que nosotros consideramos sus mayores virtudes.

En el mismo artículo de La Voz recién citado, Redrado explica que toda la problemática económica se reduce a que “En un mundo en el que sobran dólares, a la Argentina le faltan… la falta de dólares, por la caída de la inversión, termina generando restricciones en todo el proceso productivo”. Paradojalmente, si bien mojaba la oreja hace 15 días planteando que el gobierno “debería hablar de cómo generar infraestructura", salta como un ecolotalibán al borde de la histeria frente al millonario programa de inversión energético de Chevron junto a YPF:  “el gobierno se pone de rodillas ante una empresa porque no puede traer un dólar con capacidades profesionales…” transformando al monstruo apretador en un cuzco faldero en tiempo récord.

¿Contradictorio? Más bien es una crisis entre lo que declama y lo que piensa. Realmente a Redrado le interesa poco o nada la inversión (nacional o extranjera) en sectores como la industria o la energía. Todo lo que implique actividades de gran valor agregado y, paralelamente, buenos sueldos y mejoras de consumo interno, en su cabeza neoliberal representan “impulsos inflacionarios”. Mucho hay que buscar alguna propuesta concreta que describa el pensamiento productivo de Redrado, pero cuando se la encuentra es de un inequívoco sesgo conservador: el modelo es agrícola exportador.

Veamos esta ilustrativa entrevista y resaltemos estos párrafos donde explicita lo que para él significa un programa económico integral con incentivos para la producción: “Incentivos impositivos. Por ejemplo: el campo. Es un socio fenomenal para cualquier gobierno porque la producción de alimentos hoy nos da una capacidad de inserción en el mundo realmente espectacular. Entonces, al campo habría que tomarle las retenciones a las exportaciones como parte del impuesto a las ganancias. Es decir, ir bajándole la carga impositiva o incentivarlo para que pueda producir más y generar así más recursos. Con mis equipos estamos analizando qué hay que hacer con nuestro país de 2015 en adelante. Y hay obras claves por ejecutar en nuestro país, como la canalización de los principales ríos. Por ejemplo, el río Bermejo, el río Salado. Allí el agua está a tres metros de la tierra y por no tenerla canalizada encontramos allí superficies sumamente áridas. Nuestro programa permitiría (a través de la canalización de estos ríos) triplicar la superficie sembrada. Hoy Argentina siembra 40 millones de hectáreas cuando podría sembrar 120 millones de hectáreas”. Síntesis, el programa se basa en la explotación agropecuaria, el Estado (todos nosotros) gasta fortunas en infraestructura para beneficiar a un sector (el de siempre) y no le cobra o disminuye sustancialmente su carga impositiva.

Ahora bien, ¿producimos semejante mejora de la productividad para que siembren alimentos o produzcan algún beneficio tangible y concreto para la sociedad? Para nada, cuando la interlocutora le pregunta ¿trigo o soja? “Mire, eso lo tiene que decidir el productor”. Toda una definición, todos invertimos millonadas para que “el productor” haga lo que se le cante. Para la línea de pensamiento que une a Alsogaray, Martinez de Hoz y Martín Redrado, da lo mismo producir “caramelos o acero” (“La actividad agroalimentaria en la Argentina es apenas el 15% del PBI y genera 1,5 millón de puestos de trabajo sobre un total de 17 millones” nos comentaba Ivan Heyn es este artículo donde también con razón afirmaba: “Nuestra historia reciente nos ha demostrado que este tipo de especialización productiva no alcanzó para sostener a la población en niveles de bienestar razonables”).

Como podemos ver, todo lo que Massa esconde, Martin Redrado te lo muestra… A uno, Menem lo educó en no decir lo que pensaba para lograr que lo votaran, pero la Luly también ha hecho escuela.




  


2 comentarios:

carlos m dijo...

a massita se le pegan todos los bichos, un rejuntado de aquellos esta haciendo, ahora incopora a barrionuevo y a la gorila de mirta legrand, basta, cerrame la mesa 4 y nos vamos.

Anónimo dijo...

¿Canalizar el río Salado? ¿A este pelotudo no se le ocurrió que si se llama "Salado" es porque el agua que lleva es salada?

Ah, no!! Quiere canalizar el salado para aprovechar la tierra que periódicamente se inunda... tierra negra, profunda y muy fértil, en la imaginación de un estúpido que cree que el agua salada tiene debajo tierra negra.

Si todavía supiera algo de lo que necesita el campo para crecer y aumentar la oferta de trabajo (un 3 o 4%), todavía... Pero ni eso.

Marcelo, el gaucho