El 14 del corriente, Jorge
Fontevecchia nos ilustra con una reflexión sorprendente desde la edición
impresa de Perfil: “EL PROBLEMA ES EL MODELO, NO LOS HOMBRES”.
¿Cuál Fontevecchia? se preguntarán Uds. ¿El mismo que desde las tapas de
Noticias impactara con los más ofensivos fotomontajes sobre Cristina, Nestor y
una variada gama de funcionarios? ¿el mismo de las notas psicologistas que nos
hablaban de bipolaridad, locura, desenfreno y otras patologías sufridas por la
familia presidencial en pleno? ¿El mismo que bajo el título fachoprogresismo
pusiera también en tapa una foto de Hittler con cabeza de Kirchner inaugurando
la bobería de que esto es peor que el nazismo? Sí, ese, el mismo.
Pero no caigan en
precipitadas conclusiones tales como que resulta positivo y plausible que un
medio opositor revea su metodología estigmatizadora y la troque por un sano
debate sobre “modelos”. Para nada, la nota se enmarca en un intento de conducir
la responsabilidad del choque de trenes en Castelar, directamente al “modelo K”,
sin escalas personales. Vivo el Fontevecchia, mientras en TN se esforzaban en
mitigar el desastroso impacto que en su discurso provocaba que, minuto a minuto
las sospechas y las pruebas, no conducían al descuido oficial, ni a la
desinversión, ni prestaba argumentos sólidos a la defenestración de Randazzo, sino
(al menos) hacia un grosero fallo en el operario, cambia abruptamente el eje
del debate: “Pero la realidad se escapa
de nuestros esquemas; y si la ciencia simplifica, ¿cómo entonces no disculpar
los lugares comunes en que cae la opinión pública cada vez que se siente
amenazada por una tragedia o por una crisis? ‘Necesitamos un culpable’, dice la
masa uniendo sus voces. Y las autoridades, a veces también los medios, la
tranquilizan con algún responsable, preferentemente un funcionario o algún
supervisor, alguien de un rango lo suficientemente alto como para que la masa
no se vea reflejada en él, aunque no lo suficientemente alto como para que las
cosas cambien realmente”, pontifica como al descuido.
Pero así como el contexto
del hecho quita relevancia a la especulación de que sea sincero y trascendente
el supuesto “salto cualitativo”, el intento de argumentarlo y el armado
político que debiera recogerlo, lo hacen naufragar en el vacío.
¿Por qué hay que buscar en
el “modelo que desarrolló Néstor Kirchner
y profundizó su viuda” la causa última? Porque, según Fontevecchia “consumió el stock de capital acumulado por
las inversiones de los 90 aún no obsoletas y no agregó las necesarias para
hacer sustentable el crecimiento que fomentó con demanda agregada” y (más
adelante redondea) “El modelo falla
porque no se puede sostener un crecimiento alto sólo con inversión del Estado o
con los ahorros de los argentinos, y el kirchnerismo creó las condiciones para
que la inversión externa sea casi inexistente. Eso se sufre en las actividades
de capital intensivo como la energía y el transporte y en aquellas donde las
inversiones son grandes y requieren diez o veinte años de amortizaciones para
ser rentables”.
Que desde la oposición
periodística ultramontana se empiece a reconocer que el crecimiento no es parte
de un relato, sino que en verdad existe, no deja de ser razón digna de festejo,
pero a partir de ahí la construcción teórica de Fontevecchia desbarranca frente
a la contundencia con que la desmienten algunos números
Si observamos los cuadros
precedentes (el primero corresponde al blog sobre economía “los 3 chiflados” y los dos restantes a la CEPAL,
notaremos
que la inversión externa verificada en los 90 es incluso inferior a la
registrada a partir de 2005, y que a partir de allí las curvas muestran un
incremento incesante, a pesar de ser mayoritariamente (a decir de Fontevecchia)
inversión interna (el Estado o el ahorro de los argentinos), por lo que carece
de fundamento el endiosamiento y el sobredimensionamiento que se le reconoce a
los fondos externos en la era menemista.
Otro dato no menor, el
primer cuadro refleja la inversión en relación al PBI: no es lo mismo el 21%
del PBI registrado en 1998 (PBI= 280/290 en moneda constante) que el mismo
porcentaje en, por ej., 2005 (PBI= 300/320).
Para completar la idea,
sirve este otro cuadro confeccionado en el blog “Ya está” sobre la inversión extranjera directa en la argentina.
El autor del blog aclara: “En el gráfico anterior resalta que: a) 1999
registra un récord de IED por la venta de YPF a los españoles; b) en 2012 se
logran los mayores montos de reinversión de utilidades en términos absolutos;
c) la reinversión de utilidades es uno de los componentes de la IED, su aumento
refleja la conducción por parte del Estado argentino de capitales vinculados
con intereses extranjeros hacia una menor remisión de utilidades y dividendos
al exterior y una mayor reinversión. Esto último para algunos sectores
ortodoxos puede emerger como polémico, sin embargo no es menor que el Estado
haya logrado "contener" estas decisiones de los agentes, o los
actores sociales, de manera tal que las utilidades generadas en vez de volver a
casas matrices o países de origen vuelvan a la economía doméstica”. Es
decir, de la tan añorada inversión extranjera, su tope se logró no en
inversiones de riesgo sino producto de la venta de los activos Estatales (es
decir, no creó nada nuevo, por lo contrario, los años demostraron que la
inversión trajo nefastas consecuencias tanto en el rubro laboral como
energético productivo). Es decir las famosas inversiones extranjeras ni fueron
tantas, ni tan productivas ni beneficiosas. Fuera del 99 (privatización YPF) el monto récord de inversión anual de esa década, fue durante el kirchnerismo 2 años igualados y en 2012 ampliamente superado, recuperando en vez de vendiendo patrimonio nacional.
Otro dato que obvia
Fontevecchia es que el default de 2001 fue, realmente, el hecho que produjo la
estampida de capitales, y que, contrariamente a lo que predica, las políticas
kirchneristas no sólo han logrado atraerlos nuevamente en un contexto de crisis
internacional financiera, sino que incluso ha sido capaz de impedir que las
ganancias se giren al exterior y se reinviertan en el país, situación que no se
verificaba en los 90 (¿o por qué se creen que se inventó la convertibilidad?).
Es obvio que si se produce
más, se consuma más energía, y que esa situación (sumada al mayor consumo
hogareño producto del mejor standars de vida) frente a la nula inversión en
infraestructura verificada en los 90 genera cuellos de botellas. Por aquel
entonces se exportaba gas sobrante a
Chile y se clausuraba la construcción de centrales atómicas por la inutilidad, “el
modelo” no necesitaba del aumento de producción
de energía eléctrica. Las consecuencias del modelo menemo-delaurrista fue la
exclusión social y la implosión del 2001. ¿Por qué motivo, y en vista de los
antecedentes, podríamos colegir que un modelo distinto al que impulsaron Nestor
y Cristina atraería inversión extranjera productiva y no meramente especulativo,
que fructificaría en el sector energético en respuesta al ritmo del crecimiento
y que resolvería los problemas sociales emergentes? ¿cuál es la alternativa
ofrecida? ¿no crecer tan rápido? ¿no incluir tan rápido? ¿crecer sin
trabajadores que utilicen los medios de transporte para ir a trabajar y sin
clase media que producen colapsos eléctricos cuando enciende los aires
acondicionados? ¿esperar a tener más medios de transporte y más energía para
crecer y después incluir?
La contradicción aparece
como evidente, y Fontevecchia recoge el guante y pretende superarla: “Y no es una cuestión ideológica, porque
tanto el privatismo de Menem como el estatismo de Kirchner fueron abusadores.
La falta de medida de ambos los convirtió en lo mismo: una caricatura farsesca
de corrientes ideológicas (otra simplificación) que deberían coexistir en
cualquier país y, dependiendo del momento, influir una u otra en mayor
proporción”, vuelve a pontificar enunciando el sano principio del justo
medio.
¿No es ideológico? ¿Se
puede en la realidad política y económica no ser muy-muy sin ser tan-tan? ¿Cuál
sería el modelo real de referencia que haya emergido exitoso al cambio de
paradigmas del pos-neoliberalismo o, mejor dicho, a su crisis globalizada? No
creo que Fontevecchia lo busque en China…
¿Y en España? El PSOE
abrazó las políticas de ajuste abandonando sus ideales históricos, sólo para
que el electorado le diera la espalda y permitiera al PP profundizar el
desastre. Por no ser tan-tan ahora España es muy-muy.
¿Y en Chile? Por no ser
tan-tan, la Concertación postuló al neoliberal Frei, sólo sirvió para que el neoliberal
Piñera retomara el camino de los muy-muy. Ahora reaparece Bachelet con un
discurso que en mucho excede el tan-tan con que gobernó para encaramarse en las
encuestas.
Pretender que el
kirchnerismo desaparezca (al igual que el neoliberalismo cerril) y que la
política se reabsorba en un dualismo inocuo (¿macrismo vs. Panradicalismo+socialismo?),
en un juego de ambivalencias entre oficialismo y oposición que representan sólo
variedad de matices de lo mismo, no es plantear una mejoría de la convivencia
democrática (es negar su esencia), sino que denota la inmensa hipocresía del
autor. Se planta en el fukuyamista planteo de la muerte de las ideologías para
preservar engañosamente la doctrina del pensamiento único: el neoliberalismo.
No hay que ir demasiado atrás en la historia para encontrarnos con un ejemplo
de esa situación que se pretende reeditar: las elecciones de 1999, cuando se
podía discutir todo menos el modelo de la convertibilidad que nos depositó en
la debacle.
A propósito, tampoco deja
pasar la asimilación entre el menemismo y el kirchnerismo, ambos como “caricaturas”.
No comparto (ni compartí) nada con el ideario menemista, pero no tengo dudas
que si algo no fue es una caricatura, por
el contrarios fue el neoliberalismo en estado puro, ese mismo neoliberalismo en
el que abrevan explícitamente desde sus actos y sus opiniones ese extenso arco
político que intenta presentarse como “la oposición seria y dialoguista”, supuestamente tan incontaminada de ideologías como Fontevecchia, y tan ruin y mentirosa como el
editor del Perfil.
1 comentario:
Muy bueno, aunque soy reduccionista con Fontevecchia. SIEMPRE fue una basofia sin vueltas.
Publicar un comentario