Leo en Infonews: El ministro de
Justicia, Julio Alak, afirmó que “el 7 de diciembre debe culminar el proceso de
desinversión” y apuntó contra los jueces que buscan “hace maniobras a favor del
Grupo Clarín en el Consejo de la Magistratura” respecto de la aplicación total
de la Ley de Servicios de Comunicación Audivisual.
“La sanción no es solo una cuestión de
pluralidad sino para afianzar aún más el sistema democrático”, agregó y
cuestionó la decisión de cinco miembros del Consejo de la Magistratura que
bloquean la designación definitiva de un magistrado en el tribunal que
actualmente está subrogado por el juez jubilado Raúl Tettamanti.
No
es aquí y ahora donde lo voy a decir por primera vez. El Consejo de la
Magistratura es uno de los nefastos legados que nos dejó el menemismo con la
anuencia radical.
Cuando
se incluyó esta figura en la Reforma Constitucional de 1994 se hizo en medio de
fuertes alegatos a favor de la transparencia, la democratización y la necesidad
de despolitización del poder judicial. Puras gregrerías, la única verdad es que
se pretendía entregar a las corporaciones los resortes de designación, control
y destitución de los jueces para garantizar por vía de uno de los poderes la preservación
del status quo. La impudicia de la cautelarización de los trámites judiciales que
paralizan la eficacia de las acciones de gobierno, y la escandalosa remoción
del Juez Marquevich cuando se atrevió a cuestionar uno de los símbolos del
poder real (las adopciones ilegales perpetradas por Ernestina Herrera de Noble con
la anuencia de la Dictadura), apenas son dos muestras.
El
texto original de la Ley 29.437 ya daba cuenta, en la composición del cuerpo de
su sesgo aristocrático y de la desvinculación del nombramiento o remoción de
los integrantes del Poder Judicial de los avatares de la soberanía popular,
reforzando su reconocido carácter de elite privilegiada: Art. 2°—Composición: el Presidente de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación; cuatro jueces del Poder Judicial de la
Nación, elegidos entre sus pares; ocho Legisladores (2 por la mayoría, 1 1er. minoría,
1 2da. minoría de cada cámara); cuatro abogados de la matrícula federal,
designados por voto directo de sus pares, un representante del Poder Ejecutivo;
otro abogado, profesor titular regular de cátedras universitarias de facultades
de Derecho nacionales, también elegido por sus pares.
Es
decir, un ciudadano de a pié sólo participa con su voto en la designación de los
miembros, de manera indirecta, a través de los legisladores y del representante
del PE, para ser exacto, de 5 de sus 19 miembros si es oficialista o de 4 de
ellos si es opositor.
Si
el ciudadano es un Juez Federal (aunque sea designado a dedo o por la Dictadura),
aparte de participar de la designación como el ciudadano de a pié lo hizo,
tendrá el derecho de votar directamente por 4 representantes más en nombre de
su corporación. Idem el supuesto de un abogado de la matrícula federal. Y si
cualquiera de estos dos reúne además la condición de profesor de una Facultad
de Derecho, obtendrá un bonus track participativo. El principio igualitario (un
ciudadano-un voto) que anima a la democracia se ve completamente desvirtuado a
la hora de designar los integrantes del Poder Judicial.
Pero
además, la composición para nada refleja representatividad alguna de la soberanía
popular, sus expresiones genuinas consagradas mediante las elecciones generales
(diputados, senadores) se veían reducidas a una participación ínfima y acotada:
no importaba la diferencia de votos obtenida por quien ganara las elecciones y
quienes las perdieran, siempre oficialistas (2) y opositores (1+1) tendrían
equivalencia de representación, y, por ende, la suma de las representaciones políticas populares genuinas tendería naturalmente
a neutralizarse, trasladando el verdadero poder de decisión a Jueces y
Abogados.
Esta
última situación mejoró mediante la sanción (por resistida por parte de las
corporaciones judiciales, abogadiles y mediáticas) de la ley 26.080 en 2006
(pero manteniéndose el inicuo e irrepresentativo sistema de elección de sus
miembros). El Consejo está integrado por trece miembros: Tres jueces del Poder
Judicial de la Nación; seis legisladores (2+1 de cada cámara); Dos
representantes de los abogados de la matrícula federal; Un representante del
Poder Ejecutivo; un representante de los docentes de las facultades de derecho elegido
por el Consejo Interuniversitario Nacional. La representación política pasó a
ser mayoritaria, sin que ello implique una mayoría representante del partido de
gobierno, más cuando la oposición se ha mostrado proclive a compartir criterios
con los restantes estamentos o, directamente, colaborar con el bloqueo de decisiones
ausentándose del ámbito del debate.
A
pesar de ello, sigue estando presente el sesgo aristocrático y casi hereditario
del Poder Judicial: la “familia” judicial y el colegio de abogados tienen en
conjunto más peso a la hora de designar o remover un juez que un gobierno
ungido por las urnas.
Los
resultados están a la vista. Los hechos denunciados por Julio Alak, el Poder Judicial
va llenándose de subrogancias, interinatos y suplencias, los nombramientos
definitivos no llegan, y se viene profundizando la tendencia de las
designaciones “a medida” de los poderes corporativos. Los abogados se refieren
como “fórum shopping” a la actitud de interponer demandas seleccionando
previamente al juez que se conoce como más adeptos a la defensa de los
intereses que representan (el sistema de sorteos, tan habitualmente denostado
por Clarín, es justamente un modo de evitarlo).
Estamos asistiendo a la
creación de un sistema igual de perverso pero digitado desde el organismo que,
teóricamente, fue creado para garantizar la independencia del Poder Judicial.
Mediante la dilación indefinida de los concursos y de los nombramientos que
corresponden a sus resultados, se emplazan (de manera provisoria) jueces a
medida de los judiciables, para evitarles la molesta acción de “hacerse amigo
del juez y no darle de que quejarse”.
El
sistema del Consejo de la Magistratura ya ha dado, a lo largo de sus 14 años de
existencia, demasiadas muestras de parcialidad e ineficiencia. Ya es hora de
replantearlo a fondo: o se mantiene su composición pero se somete la elección
de la totalidad de sus miembros al dictamen popular de las elecciones o se lo
reduce a un ente destinado a controlar la regularidad de los concursos y dictaminar
sobre la idoneidad de los aspirantes.
4 comentarios:
Los jueces debieran ser nominados DIRECTAMENTE por los ciudadanos y no por intermediarios que prometen una cosa y actúan distinto.
Adecuémonos a los tiempos.
Por la red podemos conocernos sin habernos visto nunca.
Usted, Rucio, -y quienes nos leemos- podrán tener una imagen mía merced a los comentarios y posteos, pero MIS VECINOS (aún los que me odian) pueden dar una imagen cabal de quien soy (o pretendo ser).
Si me postulara para un cargo público (¡¡Dios no lo permita!!), mis antedecentes debieran ser Vox populi y no solo reservado a ciertos iluminados.
Tampoco tener duración ilimitada en sus cargos, sino acorde a sus fallos.
Con esa casta enquistada que ni se jubila. Cuàntos años tiene Tetamanti, Recondo, cargos ilimitados elegidos directamente por por ellos. Lola
Nosotros tenemos la mayoría y ellos siempre se la rebuscan igual para cagarnos.
Tema espinoso... Coincido
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